jueves, 30 de abril de 2009

Diario del año de la peste

Hoy voy a recomendar un libro pero no para que lo lean ahora, sino dentro de unas semanas. Cuando toda la alarma por la nueva gripe -si digo porcina se enfadan los ganaderos, si digo mexicana, se enfadan, con razón, los mexicanos- se apague. Y se apagará porque creo que la alerta ha llegado a tiempo y porque la enfermedad, de momento, se extiende con rapidez pero no parece terrible. Hemos leído y oído que los muertos superan los 150 pero la OMS sólo certifica ocho. Y los casos que han llegado a Europa son levísimos. Recemos, en todo caso, para que la cosa no se desmadre.

El libro se llama Diario del año de la peste y fue escrito por Daniel Defoe, el celebérrimo autor de Robinson Crusoe. Y recomiendo que se lea dentro de unas semanas porque su lectura, unida al bombardeo caótico y alarmista de algunos medios estos días pueden provocarle un ataque de pánico. Luego, cuando todo pase, puede servir para entender de la que nos hemos librado y por qué hay que extremar las medidas de seguridad, aunque nos parezcan exageradas. La novela es el relato, a modo de diario, de un ciudadano de Londres durante los años 1664 y 1665, cuando la peste devastó la ciudad. Lo leí hace años pero recuerdo la minuciosa descripción que hace de la epidemia, el recuento de casos por barrios, sus elucubraciones sobre el origen y la expansión de la enfermedad, y su reflexión sobre la acciones humanas en tiempos de crisis extremas: unas valientes y otras miserables que serían impensables en tiempos de calma.

A esta novela llegué por otro libro absolutamente recomendable, El olor de la guayaba, una conversación entre García Márquez y el periodista Plinio Apuleyo Mendoza, anterior a la concesión del Nobel. El escritor colombiano citaba el libro entre sus favoritos. Y de hecho enredando en Internet me he enterado de que en 1978 se llevó al cine la película El año de la peste, basada en la novela de Defoe, con guión del propio García Márquez y de Juan Arturo Brenann. El argumento, según la página cinemexicano es el siguiente:

"En una ciudad mexicana se presenta un brote epidémico sin que las autoridades hagan caso las advertencias de los especialistas. Ante la magnitud de los daños, el gobierno decide controlar la información y organizar brigadas represivas disfrazadas de grupos de fumigación, entre otras medidas para distraer la atención y evitar el pánico entre la población. Por su parte, la sociedad finge que no pasa nada, mientras la ciudad se llena de cadáveres."

Una trama terrible y fascinante. Espero verla pero, lo entenderán, cuando todo esto haya pasado. Será pronto porque ahora es distinto: hemos hecho caso a las autoridades. Lo contaré en otro post.

Foto: Daniel Defoe (Wikipedia)

lunes, 27 de abril de 2009

Una bonita historia de amor

Hay quien cree que determinadas historias bonitas sólo pasan en las películas y en las novelas rosas. Pero a veces también suceden de verdad. Hoy vamos a contar una de ellas. Con tantas noticias sobre atentados, asesinatos, descalabros económicos y ahora también gripes porcinas no está mal de vez en cuando fijarnos en un cuento de hadas de la vida real. Éste me la contó Jacqueline Pirkelbauer, una chica austriaco-mexicana a la que conocí en Lisboa y a la que serví de gustoso guía en una reciente visita a Madrid. Es la historia de sus padres.

Nos situamos en un verano de finales de los 60. Un joven austriaco que trabajaba en Canadá, se fue de vacaciones en coche con un amigo alemán hasta Acapulco, en la costa del Pacífico mexicano. Allí, de casualidad, conocieron a dos hermanas. Ellas tomaban horchata en una zumería y los chicos, como excusa para ligar, les preguntaron por esa extraña leche con hielos. La bobería surtió efecto. Ellos no hablaban español ni ellas alemán o inglés pero se formaron dos parejitas y los cuatro pasaron un mes estupendo juntos en México.

Luego les tocó a los chicos volver al trabajo a Canadá. Se siguieron escribiendo postales, con cuatro palabras en cualquier idioma, pero eso también se acabó. Y así pasó un año. Y de pronto un día el austriaco y el alemán decidieron que tenían que casarse con las manitas y volvieron a buscarlas a México DF, donde residían. Como buscar una aguja en un pajar. La familia, que tenía 11 hijos, era prácticamente nómada. Se mudaba constantemente de casa huyendo de los acreedores. Una antigua compañera de trabajo de una de ellas les dio una pista. Y ésta siguió otras, como en una novela de detectives. Al final las acabaron encontrando y les pidieron matrimonio, aunque ellas ya se disponían a casarse con otros. Tuvieron éxito desigual. Al alemán le dieron calabazas. Pero el austriaco arrancó el sí a su chica pese a las advertencias -lógicas- del padre de la joven: "No le conoces, no sabes sus costumbres, no sabes su idioma...". Se casaron y hoy cumplen varias décadas de muy feliz matrimonio. Y tres hijos, entre ellas mi amiga Jacky.

La historia es preciosa. Pero, como tantas películas que hemos visto en el cine, tiene una lectura peligrosa. De tanto leer cuentos de princesas azules podemos llegar a pensar que una aventura así nos está esperando, en algún momento de nuestras vidas. Podemos sentarnos a esperar a que nos pase sin que eso suceda nunca. Y perdernos mientras tanto otras cosas bonitas, con un arranque menos romántico pero igualmente felices. Porque lo realmente valioso de esta historia no es su inicio, bastante novelesco. Sino que estos señores se sigan queriendo como el primer día después de 40 años.

Foto: AcapulcO, por YeahjaleaH

miércoles, 22 de abril de 2009

Rídiculo a lo Panenka

Sucedió hace tantos años que no me acuerdo ni yo, aunque podría porque cuatro meses antes nació mi hermana Beatriz y sí lo recuerdo. El 20 de junio de 1976 se enfrentaban en Belgrado, en la final de la Eurocopa, la hoy difunta Checoslovaquia (divida ahora en dos) y la también difunta República Federal de Alemania (hoy arrejuntada con la República Democrática). Ambos equipos llegaron a la tanda de penaltis y tras fallar los alemanes le tocaba lanzar al checo Antonín Panenka. Podría haber tirado fuerte o colocar, como decíamos en el colegio, pero se le ocurrió algo más original. Lanzó flojito y por el centro una vaselina que pilló desprevenido a Maier, que ya se había tirado hacia un poste. Gol y campeonato para Checoslovaquia. Había nacido un nuevo estilo de lanzar la pena máxima, que quedó bautizado inmediatamente como el penalty de Panenka.

Después muchos valientes le han imitado. Algunos, cuando ya los partidos estaban decididos. Otros se han atrevido incluso en la final de un Mundial, como Zidane contra Italia en 2006. Es arriesgado pero nunca había visto fallar uno. Hasta hoy. A Casquero, jugador del Getafe, se le ha ocurrido ejecutar así una pena máxima a un minuto del final y con empate en el marcador ante el Real Madrid. Y ha sucedido lo que algún día tenía que pasar: el tiro no ha ido demasiado centrado, Casillas la ha agarrado sin apenas moverse y el jugador ha hecho el ridículo. Para colmo, Higuaín ha marcado un minuto después el gol del triunfo para el Madrid. Cuando Panenka batió a Maier en 1976 Pelé dijo que un lanzamiento así sólo podía ser obra de un genio o de un loco. El checo quedará como un genio para la historia. Y sus malos imitadores, como el pobre Casquero, como unos idiotas.

miércoles, 15 de abril de 2009

Emma, bienvenida al mundo

Hace unas horas ha nacido Emma Rubio Barthe. Es hija de Ruth y Alfredo, unos tipos para los que la palabra amigos se queda corta. Han sido para mí amigos, hermanos, compañeros de fiestas, confidentes y hasta padres en muchos momentos. Cuando mi tía Pilar se independizó de mí tras mimarme durante dos años, me adoptaron como a un animalillo, torpe y entrañable, y me salvaron varias veces de morir de inanición o sepultado en mi desorden vital por un síndrome de Diógenes precoz. Luego me hice un poco mayor y ya me pude valer por mí mismo, más o menos y con la ayuda de mis hermanas. Pero siguieron a mi lado, me hicieron hijo adoptivo de León y me ayudaron en situaciones tan dramáticas como limpiar a fondo una casa antes de que viniera mi tío Jesús o ayudarme a colgar unos stores. Hoy, que han pasado a hacerse cargo de un ser aún más desvalido, es momento de expresarles todo mi agradecimiento.

Te dirán, Emma, que tienes mucho valor por venir al mundo en esta época. Exageran: todos los hombres vivieron tiempos difíciles. Cuando nacieron tus padres había también una crisis económica de aúpa por la subida del petróleo. Franco agonizaba y el futuro del país era una incógnita, con algunos militares que querían retroceder 40 años. Había una guerra terrible en Vietnam y la URSS, que ya no existe, y los Estados Unidos, amenazaban con resolver sus diferencias con unas bombas que podían destruir el planeta. Cuando nacieron tus abuelos, la cosa era peor. España salía de un terrible conflicto civil (¿Tú imaginas lo que pudo ser la posguerra en Truébano de Babia?) y había una dictadura que no tenía pinta de terminar. Sigo hacia atrás: cuando nacieron tus bisabuelos Europa acababa de vivir la Gran Guerra y la gripe había matado a cincuenta millones de personas. ¿Te das cuenta? La historia de la humanidad nunca ha sido un cuento de hadas. Pero tú tranquila: todos los que te precedieron salieron adelante y disfrutaron -unos más y otros menos y eso dependerá en gran parte de ti- de una vida como la que hoy comienzas.

Pues eso chica, que buena suerte. Aunque la suerte ya es haber nacido: casi todo lo demás se consigue con esfuerzo, resignación ante lo inevitable, sentido del humor y una actitud mental positiva. Unas cualidades que no creo que te falten si sales a tus papás. Me da mucha envidia todo el tiempo que tienes por delante. Y espero que dentro de muchos, muchísimos años, cuando tengas ya tus propios hijos, nietos y biznietos puedas decir aquello del viejito del anuncio de Coca-Cola: "Lo único que no me gusta de la vida es que me ha parecido demasiado corta". Lo dicho, Emma: bienvenida al mundo.

lunes, 13 de abril de 2009

Ópera

Últimamente me da por escuchar ópera. No quiero presumir de gusto musical. Primero porque presumir de eso es una bobada. Y segundo porque mi gusto es muy variado: incluye de Verdi a El Fary y en ocasiones escucho a uno después del otro sin pausa por en medio.

Tampoco vamos a caer en la simpleza de que es lo mismo Turandot que El Torito Bravo, cada una toca fibras sensibles diferentes. La ópera, la que yo entiendo -me encanta la italiana, se me atraganta la alemana- es para mí la expresión artística más sublime. Escuchar arias como Voi che sapete de Las bodas de Fígaro de Mozart o La dona e mobile, de Rigoletto es si me permiten a estas horas una cursilada, lo más parecido a volar que conozco. Pero la magia se deshincha en ocasiones si mientras las escuchamos seguimos el libreto. La música es preciosa pero la acción que se representa es a menudo una estupidez. La historia que se cuenta en Las bodas de Fígaro, por volver al ejemplo, es una tontería digna de la serie aquella Enredo, cuyo principal interés era no tener ni pies ni cabeza.

Veamos por ejemplo el aria maravillosa mostrada en este vídeo. Es la célebra Quando men vo, de La Boheme de Puccini. Escúchenla. Es extraordinaria. Contribuye al efecto Anna Netrebko, la soprano ruso-austriaca que canta: no me negarán que es guapísima. Pero repasemos la escena a la que pertenece la música (cito la sinopsis de la colección de EL PAÍS): "Marcello que aún está enamorado de la coqueta Musetta, apenas puede contenerse ante los comentarios de ésta, que sólo buscan sus celos. Musetta rompe un plato para llamar la atención y canta una canción que Alcindoro juzga indecorosa. Grita fingiendo un fuerte dolor en un pie y apremia a éste para que vaya a comprarle otro par de zapatos. Apenas se ha ido, Musetta y Marcello se abrazan (...) Musetta pide al camarero que añada la cuenta de los bohemios a la de Alcindoro. El grupo de amigos sale de la escena (...) y el amante de Musetta con los zapatos recién comprados, llega a tiempo de que el camarero le presente la abultada nota".

Éste es el resultado de fusionar el talento de uno de los mejores músicos de todos los tiempos, con una novela por entregas sobre la vida bohemia que se publicó en el periódico El Corsario entre 1845 y 1849. No pasa nada, uno puede disfrutar de la voz -y de los ojos- de la Netrebko sin fijarse demasiado que canta una historia desfasadísima escrita para el gusto burgués del siglo XIX. Más imaginación se requería para evocar a la tísica Violeta Valery de La Traviata cuando la interpretaba, por ejemplo, la robusta Monserrat Caballé.

martes, 7 de abril de 2009

I love Vallecas

Siempre he dicho que para mí los límites de Madrid son: por el Norte, plaza de Castilla; al oeste, El faro de Moncloa; al sur, Atocha; y al este, Avenida de América. Fuera de esos límites todo es terra incognita. Pero no, me equivocaba y mucho. El sábado por la tarde me acerqué a Vallecas en un ataque de forofismo para ver el Rayo Vallecano-Tenerife. Me acompañaban mi compañera Patricia Rodríguez, vallecana de pro; mi paisano del Puerto de la Cruz Pablo Melián; y mi amigo Alfredo, que se apunta a un bombardeo. Tengo que decir que el barrio me encantó. Lógicamente los edificios no son los de Alonso Martínez ni la Avenida de la Albufera es Recoletos. Es humilde, pero digno y había un ambiente sano y festivo que me dio bastante envidia. El centro de la ciudad será elegante pero nos encorseta mucho: no nos movemos con la naturalidad con que lo haríamos en un pueblo. En Vallecas sí: todo el mundo parecía formar parte de una gran familia. Sacaban las cervezas a la calle, hacían cariñosas bromas a los que llevábamos la camiseta del Tenerife, acompañaban a la abuela al estadio y en el descanso abrían el túper con los sandwiches e invitaban a los compañeros de grada.

Tampoco vamos a exagerar: viajar a Vallecas no fue descubrir un mundo como cuando fui a Delhi. No encontré nada realmente nuevo, pero sí pegué juntos muchos pedazos de recuerdos, de pueblos, de barrios, de comunidades pequeñas donde te sientes parte de algo más grande. Hay quien prefiere el anonimato del centro de la ciudad y quizá a los quince días estaría harto del barrio. Pero no tenemos que tomar decisiones tan drásticas: seguiremos viviendo en la misma calle pero podemos de vez en cuando pillar el metro y cuatro paradas más allá encontrar un sitio diferente. Les dejo con este himno oficioso del Rayo, bastante gamberro, que compusieron unos hijos ilustres de Vallecas: Ska-p. También son de allí Poli Díaz, Inés Sabanés y la estanquera de la película de Eloy de la Iglesia, pero no Ramoncín, aunque muchos piensen que sí. Y la San Silvestre, claro, aunque no el santo, que era un Papa romano del siglo IV, el primer canonizado que no murió mártir. El año que viene me acerco a disputar la carrera.

PS: Una confesión. Me pareció tan agradable la afición del Rayo y tan estruendosa la del Tenerife -me amagaron un par de ataques de vergüenza ajena- que no me hubiera importado que nos colaran un gol. Al final, cero-cero. Espero que subamos los dos.

viernes, 3 de abril de 2009

We own the world

¿Se acuerdan de USA for África? Corría el mes de abril de 1985, estaba uno en séptimo de EGB y un grupo de cantantes estadounidenses, liderados por Michael Jackson, Lionel Richie, Harry Belafonte y Stevie Wonder, grabaron el single We are the world para recaudar fondos contra la pobreza en África. La canción se convirtió rápidamente en número uno en todo el mundo. Ahora, 24 años después, la ONG InspirAction ha sacado esta réplica para parodiar la cumbre del G-20. "We own the world, we are the bussiness" (poseemos el mundo, somos el negocio) cantan estas caricaturas de Obama, Sarkozy o Zapatero (sí, se le ve al principio un poco, a la derecha). Soy de lo que confían en que salga algo bueno de esta cumbre y poco propenso a excesos antiglobalizadores. Pero me parece que tiene gracia.

PS: Hace un par de posts se me coló una falta de ortografía horrible. "Hay van..." en vez de "Ahí van". Ya está corregido. Mis disculpas.