Hay teorías científicas que aseguran que en los agujeros negros uno entra por un sitio y por un momento temporal del universo y sale por otro, en el pasado, en el futuro, o ni se sabe. El otro día no es que me tragara un agujero negro, pero sentí algunos de sus supuestos efectos. Estaba en México, en 2012, y de pronto me vi transportado al colegio Hispano Británico, en El Charcón, Tenerife, digamos que 30 años atrás. Un encuentro en la tercera fase. Y no, ya sé en lo que están pensando, no había probado el tequila. Ni gota.
La sesión de brujería corrió a cargo de mi queridísima Marta Arocha, que además de una bruja buena es la que convoca todas las parrandas del desorganizado grupo de compañeros del colegio. Y la excusa era perfecta: Don Dionisio, nuestro profesor predilecto, con el que leíamos el periódico en clase, organizábamos asambleas precursoras del 15-M y representábamos obras de teatro, iba participar en un programa de Radio San Borondón. Los que están en Tenerife podrían seguirlo por radio, los compañeros en el exilio (Mariano y yo), por internet. Sería además un encuentro interactivo porque la omnipresente Marta nos organizó una tertulia en Facebook. Ahí estábamos, y espero no dejarme a nadie, Raquel, Mariano, Panchi, Hugo, Ágata y Giuseppe, además de Marta y yo, claro.
Y me conecté. Al principio no entendía nada. Don Dionisio no salía por ningún sitio y solo escuchábamos un grupo de bienintencionados tertulianos llamando a la rebelión creo que contra el Plan Urbanístico de Santa Cruz. Lo siento, pero no tenía paciencia para atender y formarme una opinión sobre si tenían razón o no. Simplemente quería que hablara ya nuestro profesor… Y después de casi una hora mis compañeros –todos menos yo, padres y madres de familia- también se empezaban a impacientar. “Podíamos haber lavado a los niños tres veces”, dijo alguien. La expectación decaía… ¿Y si al final no sale? Uno quiso ver lo positivo del asunto, incluso aunque acabara en catástrofe: “Por lo menos nos hemos reunido aquí un rato…”.
Pero no, no hubo catástrofe. ¡Casi diría que hubo éxtasis! Dionisio entró en antena y estuvo una hora leyendo poesías. Algunas propias –preciosas, como una muy emocionante dedicada a su madre. Otras ajenas, de León Felipe, de Arturo Maccanti, de Agustín Millares, de Félix Francisco Casanova. Muchas de actualidad, comprometidas, como era él también de profesor, en aquellos tiempos en que en clase nos pegaban “lo normal”. El momento más emotivo –yo me eché a llorar en la soledad de mi cocina- fue cuando tuvo un recuerdo sus “primeros alumnos” y recitó para nosotros No Vale, de Millares, el poema que nos regaló la noche que quedamos 17 años después de dejar el colegio y que cada día está más actual y más vivo.
Facebook era un clamor: “Queremos un Dionisio para nuestros hijos”. Y yo no me pude resistir. Llamé a la emisora y entré en directo. Luego me arrepentí un poco, porque sentí que le estaba quitando e protagonismo a la estrella de la noche (la tarde en mi país de exilio). Pero no, en la vida uno no puede dejar de hacer cosas “por si acaso”. Y seguro que le hizo muchísima ilusión.
A mí Don Dionisio me regaló muchas cosas: me estimuló a leer más de lo que ya lo hacía, en aquellos tiempos en los que mi ídolo era Gianni Rodari. Me animó a escribir obras de teatro, como una entrañable, sobre el 23-F cuyo guión debe andar por casa. Y sobre todo, me enseñó que en la vida uno no puede contentarse con respuestas fáciles y hay que estudiar, indagar, profundizar, ser críticos. “Investiguen”, nos decía en clase cuando le hacíamos una pregunta complicada. Sin él probablemente no habría sido periodista. Por la ilusión que mostraron el otro día estoy seguro de que muchos de mis compañeros podrían decir cosas parecidas.
Entonces éramos pequeños y quizá no lo hubiéramos entendido. Pero ahora me doy cuenta de lo bien que está resumido, en esos versos que nos dedicó de Millares, el espíritu digamos dionisiaco que impregnaba su visión de la vida, su relación con los alumnos, su método de enseñanza. Una vez más, y que así sea por treinta y pico años más, o los que sean, gracias Dioni.
No vale
Te digo que no vale
meter el sueño azul bajo las sábanas,
pasar de largo, no saber nada,
hacer la vista gorda a lo que pasa,
guardar la sed de estrellas bajo llave.
Te digo que no vale
que el amor pierda el habla,
que la razón se calle,
que la alegría rompa sus palabras,
que la pasión confiese: aquí no hay sangre.
Te digo que no vale
que el gris siempre se salga
con la suya, que el negro se desmande
y diga “cruz y raya”
al júbilo del aire.
Vuelvo a la carga y te digo: aquí no cabe
esconder la cabeza bajo el ala,
decir “no sabía”, “estoy al margen”,
”vivo en mi torre, sólo y no sé nada”.
Te digo y te repito que no vale.
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2 comentarios:
"Quienes no aman son seres grises" Dijo Chavela Vargas...
Sublime recuerdo y hermoso reencuentro con compañeros del colegio y excelso profesor.
Los que tuvimos en el aula a un Don Dionisio nos sentimos doblemente emocionados.
Como si volviéramos a ser colegiales, te felicitamos clamorosamente.¨
Óscar y Raquel.
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