lunes, 12 de julio de 2010

Balance del pulpo Paul

Termina el Mundial que más alegrías nos ha dado y nos fijamos en uno de las cuatro referencias que este campeonato dejará fijas en nuestra memoria: el pulpo Paul. Estoy seguro de que los otras tres recuerdos imborrables que nos dejará este torneo serán el gol de Iniesta, las vuvuzelas y el beso de Casillas a Sara Carbonero. Y si no, al tiempo.

Nos centramos pues, en el cefalópodo más famoso del mundo y sus predicciones. Parto de la base lógica de que el animalito no tiene poderes paranormales. Supongo que sí se le puede dirigir para que se coma un mejillón u otro -se me ocurre que tal vez una de las dos tapas esté soldada y le sea imposible abrirla- pero entonces el adivino sería su dueño y podría ganarse mejor la vida apostando en las casas de apuestas por Internet. Otra posibilidad es que, como dicen algunos, el bicho se sienta atraído por la gama de colores que van del rojo al amarillo, como explican aquí. Eso podría explicar que vaticinara el triunfo de Alemania sobre todos los países salvo España y Serbia (tiene rojo en la bandera) y rechazara por ejemplo los botes con las enseñas de Uruguay y Argentina, ambas albicelestes.

Aún así ha tenido cierta suerte porque la casualidad ha querido que los equipos con banderas más chillonas hayan derrotado a los que las tienen más discretas -me hubiera gustado ver un duelo con China. El instinto natural del animal ha hecho el resto. Porque ¿Qué probabiliadd tenía Paul de acertar por pura suerte el vencedor de un duelo? Si fuera suerte pura, sin ninguna influencia de los colores, les aseguro que muy pocas. Hagamos el cálculo.

Alemania ha jugado siete partidos en este Mundial y el cefalópodo ha acertado los siete. Además ha pronosticado con éxito el triunfo de España en la final. En los tres primeros encuentros podían darse tres resultados: victoria de los germanos, de sus rivales o empate -una posibilidad que, por cierto, no sé cómo habría resuelto. Luego sin considerar otras circunstancias el animalito tenía 1/3 de dar en el clavo en cada choque. 1/3x1/3x1/3=1/27. De 27 casos posibles, el pulpo tenía sólo una posibilidad de hacer pleno en la fase de grupos. Pero lo logró.

Para el resto de los partidos -cinco- el bicho tenía 1/2 de acertar: eran duelos a vida o muerte, sin empate posible, que en caso de igualada se hubieran resuelto con prórrogas y penaltis. Así pues tenemos que multiplicar la cifra anterior cinco veces por 1/2. 1/27x1/32=1/864. Una única posibilidad de entre más de 800.

¿Cuál es mi conclusión? Yo creo que el asunto tiene cierto truco. La selección alemana era muy potente y su bandera es muy llamativa. Luego era relativamente probable que ganara muchos partidos y que el pulpo se dirigiera hacia su urna, deshechando la de otros equipos. Quizá incluso el animalito estuviera entrenado para ir a la cajita con la bandera tricolor, aunque no de forma infalible. Cuando se enfrentó a Uruguay, Argentina o Australia, equipos en cuyas enseñas predomina el color azul, el bicho lo tuvo claro: mejor el colorado. Más dudas tendría con Inglaterra, Serbia y sobre todo Ghana, que también tiene el rojo y el amarillo en la bandera. Digamos que con Inglaterra quizá tuvo un 60% de acertar, con Ghana un 50% y con Serbia, que en mi opinión tiene una bandera menos llamativa que Alemania, un 40%.

Luego, en la semifinal y la final, lo tenía fácil: España tiene más rojo que Alemania en su enseña y desde luego, que Holanda, que tiene una franja anaranjada poco convincente. O sea, que si adoptamos la teoría de los colores podemos concluir que Paul tuvo cierta suerte, pero tampoco exagerada. Lo que me extraña en estos tiempos que corren en los que siempre hay un tipo ocioso para hacer un experimento insólito es que nadie haya pillado un pulpo por barba y haya colgado un vídeo en Youtube demostrando o desmintiendo que los cefalópodos van al rojo. Venga, doy la idea, a ver quién es el friki que me la copia.