lunes, 30 de noviembre de 2009

La mirada del inocente

Los medios tienen -tenemos- mucho poder. Por ejemplo, el de difundir en unas horas una sentencia -la nuestra- que a un juez le llevaría meses tomar y siempre tras una minuciosa investigación. Si hay un crimen y un detenido, automáticamente tendemos a dar por cerrado el proceso. No hacen falta pruebas, ni declaraciones de testigos, ni exámenes periciales, ni cuenta para nada la propia declaración del imputado. En ocasiones tendemos a dulcificar el veredicto usando el término presunto -lo cual es correcto- pero el problema es que los titulares tienen que ser cortos y a menudo esa palabra se cae de la única frase de la noticia en la que se fijan muchos de los lectores.

Confío en la policía y creo que un porcentaje elevado de las veces que arresta a alguien lo hace con sólidas razones. Pero decir que alguien es un asesino o un ladrón antes de que haya un juicio siempre es incorrecto, con independencia de que luego así lo determine la sentencia. Simplemente habremos acertado como el burro que sonó la flauta por casualidad. Pero este caso es bastante más grave que tocar una flauta: jugamos con la reputación de las personas. Y en algunos casos el daño es irreparable. No es esa ausencia de rigor lo que no enseñan en la facultad o en el máster de turno. Hace 12 años escribí un artículo para el periódico de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS sobre un juicio por asesinato en el que daba por hecho que el acusado era culpable. "Si publicáramos esto mañana tendríamos una querella en el juzgado", me reprendió mi estupenda profesora Belén Cebrián. Sí, nos lo han enseñado. Pero a veces olvidamos lo básico.

Este fin de semana se han batido todos los récords de imprudencia periodística en este tema. Un joven de 24 años había sido detenido en Tenerife por el asesinato y violación de su hijastra. Muchos medios, inflamados por la repugnancia que provocan estos sucesos, condenaron de entrada al tipo. Sin más miramientos porque cuanto más abominable es el crimen mayor es la tentación de emitir un veredicto fulminante. El diario ABC, al que tengo un gran cariño por determinadas circunstancias que explicaré otro día, fue el más contundente: "La mirada del asesino", tituló en primera página con una foto de Diego P. V.

La imagen del tal Diego no ofrecía dudas para el observador predispuesto a darlo por culpable: una mirada torva, oscura, inquietante... la mirada de un culpable... o quizá la de un inocente que estaba viviendo un infierno -en este caso la palabra no es una hipérbole- al sentirse acusado de un crimen que no había cometido. El desarrollo de los acontecimientos demostró que estábamos ante el segundo supuesto. Un estudio forense posterior demostró que la niña había muerto por las heridas sufridas al caer de un columpio y su padrastro quedó en libertada. Sin cargos, sin fianza y con la vida y la reputación destrozadas.

Tal vez pueda superarlo. Dentro de lo que cabe, y dentro por supuesto de la tragedia, Diego ha tenido suerte. Su linchamiento ha durado 48 horas y su absolución ha sido difundida de forma profusa precisamente por lo escandaloso de la injusticia que habían cometido los medios. Mucho peor hubiera sido que su inocencia se hubiera descubierto a lo largo del juicio, quizá dentro de unos años, cuando la reparación de la honra y de la salud mental del acusado fueran ya imposibles. Dicho esto, concluyo que no me gustan los linchamientos de ningún tipo, ni siquiera los de los culpables. Entiendo que el familiar de un asesinado quiera matar al criminal, pero me son profundamente antipáticas esas masas que se concentran ante los juzgados para machacar al condenado de turno. Me quedo con el padre Brown, que descubría al culpable pero siempre intentaba salvar su alma.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mi marido me pegaba lo normal

Hoy se celebra el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La violencia machista es algo que ha existido siempre y desgraciadamente será muy difícil de erradicar. Hace apenas una década cuando un hombre mataba a su mujer el crimen se calificaba de pasional y ocupaba un breve en las páginas de sucesos. Cada caso se consideraba un asunto aislado y no una manifestación de un fenómeno -la dominación de la mujer por el hombre- muy presente en la sociedad y que podría resumirse en una frase manida y contundente: "La maté porque era mía".

Sólo hace unos años, menos de diez, las autoridades abordar este problema de forma global. Se popularizó el concepto de violencia doméstica -hoy se prefiere violencia machista- y algunas mujeres descubrieron que estaban siendo maltratadas. Que aquello de "mi marido me pega lo normal" no era nada normal. Ni aceptable. No sé si las medidas que se ha tomado desde entonces han dado resultado: algunos dicen que son contraproducentes, pero hoy algunos medios publican que el mensaje empieza a calar después de unos años y las cifras de muertes empiezan a declinar. Pero lo que no cabe duda es que ha habido un gigantesco cambio en nuestras mentalidades.

El vídeo que incluyo hoy en el post -y que muchos recordarán- no es de hace cien años. Forma parte del espectáculo de Fin de Año con el que los españoles recibimos 1991. Martes y 13, un grupo que no se caracterizaba por su incorrección política, hacía mofa de una mujer maltratada. No recuerdo que hubiera un especial revuelo con el asunto. Hoy la emisión de un sketch así llevaría a dimitir al director de RTVE y abriría periódicos y telediarios. En el mismo saco de humor que hoy nos chirriaría incluyo por ejemplo los chistes de Arévalo sobre gangosos o mariquitas, dos categorías inevitables en sus recopilaciones de chascarrillos. Abomino de la corrección política extrema pero creo que al menos en esto hemos mejorado.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Risas enlatadas

¿Quieren introducir en sus lugares de trabajo un elemento de distensión, para liberar tensiones de vez en cuando? No, no les voy a recomendar que cuelguen un saco de boxeo del techo de la oficina, es algo más sencillo. Incluyan en el escritorio de su ordenador un botón de risas enlatadas, ésas que suenan en las comedias y que, según algunos, insultan a la inteligencia del espectador indicándole cuándo tiene que desborregarse. Es muy fácil hacerlo: se baja uno de internet (aquí por ejemplo) un archivo de sonido y cada vez que la ocasión lo requiere, pincha y se escuchan las carcajadas.

Si alguien pregunta si es cierto que va a haber una subida generalizada de sueldos, lo aprieta (risas enlatadas). Si viene el jefe y pide para dentro de una hora un trabajo que requerirá siete, lo aprieta (risas enlatadas). Si alguien sugiere que tal vez determinado departamento podría encargarse de una tarea cuando faltan diez minutos para que sus integrantes salgan pitando para sus casas, lo aprieta (risas enlatadas). De hecho hemos pensado otorgar en Navidad un premio con ese nombre a la frase más jocosa del año.

Las risas enlatadas, según leo por ahí, sonaron por primera vez en televisión en 1950 en The Hank McCune Show. Fueron inventadas por un técnico estadounidense llamado Charles Douglass. Cuenta el breve pero interesante obituario que le hizo The New York Times que murió en 2003, a los 93 años. Por la misma fuente me entero de que Douglas concibió una máquina de risas, que hoy incorpora desde carcajadas a pequeños suspiros, que puede combinar 40 sonidos distintos y -lo más interesante- que incluye ejemplos de risas de gentes de otras culturas, que por lo visto expresan su regocijo de manera muy distinta a los americanos. Lo que no dice es si sus dos hijos o su mujer -31 años más joven que él- cobran algún tipo de derechos de autor.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Despedida a un tipo majísimo

Ayer tuvimos en el periódico la cena de despedida de Rafael Fraguas, que se prejubila. Rafa llevaba en el diario desde su fundación y el acto fue un acontecimiento extraordinario, por emotivo, por sincero, por divertido. Hubo discursos, lágrimas, muchísimas risas y acabamos a las 5.30 de la madrugada en un karaoke donde el homenajeado demostró que, además de un grandísimo periodista y una excelente persona, el jodido canta bien.

Tengo que salir pitando de viaje en unos minutos así que dejo para otro día un post más largo y elaborado sobre el personaje. Pero les dejo con el vídeo homenaje que le ha hecho uno de sus compañeros de sección, y antiguo colega del digital, Víctor López. A los que conozcan a Fraguas -su pasión por la historia, por las teorías conspiratorias, por las historias de espías- y conozcan un poco el periódico -todos son referencias, algunas en clave a nuestras historias internas- les encantará. Pero creo que merece la pena incluso para aquellos que no han tenido la suerte de toparse con él. Lo dicho, otro día glosamos al personaje.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Vuelven los minutos musicales: Clementi (II)

Después de casi año y medio sin ofrecer a los lectores de Puesfijate mis estupendas interpretaciones al piano vuelven los minutos musicales. Antes me grababa mi hermana Bea, que vivía conmigo y tenía mucha paciencia. Ahora me tengo que grabar yo, aunque he descubierto que no es tan difícil. Desde la última vez que di un concierto para este blog ha cambiado el escenario: he reformado la casa. Y he mejorado un poco, no digan que no, respecto de los recitales anteriores. Aunque los progresos con el piano son lentísimos y más cuando uno empezó con 30 años sin tener ni idea de solfeo.

Hoy escucharemos la primera parte del primer movimiento de la tercera sonatina (op 36) de Muzio Clementi. Doy alguna nota falsa (al menos tres muy claras), suena el timbre del portero en medio del recital y a ratos me trabo: en un momento, especialmente dramático, me quedo clavado más de dos segundos. Pero creo que la mejora es notable. Progreso muy lentamente porque a parte de las dos clases semanales sagradas con mi querido Óscar practico poco en casa. Pero ni un día en estos casi siete años me he arrepentido de empezar de cero a tocar el piano. Aunque en alguna ocasión se me ha pasado por la cabeza que quizá hubiera sido más fácil dedicarme a la guitarra...

lunes, 2 de noviembre de 2009

Un poco menos Luthiers

Fui a ver ayer -gracias a la generosidad de mis tíos y en un asiento de primera- el último espectáculo que Les Luthiers han traído a España -que no su último espectáculo- Los Premios Mastropiero. Fue hace 25 años cuando mi tía Flor y mi querido compañero de colegio Jorge Galván me iniciaron en la adoración del original grupo de músico-humoristas y desde entonces he visto casi todos sus espectáculos -seis o siete veces en vivo-, he comprado dvds de muchas de sus actuaciones y he incorporado a mi acervo de frases recurrentes muchas de sus frases ocurrentes, como "estatua ecuestre, cuestre o lo que cuestre" o monólogos enteros como el antológico de El sendero de Warren Sánchez que empieza diciendo "yo era un desgraciado...". Digamos que soy un fan suyo como de muy pocas cosas en la vida -el Real Madrid, Chesterton, quizá Joaquín Sabina.

Por eso me da tanta pena decir que la función que fui a ver ayer me decepcionó un poquito. Tampoco mucho, eh, me reí bastante. Pero creo que no incorporaré ni uno sólo de sus episodios al catálogo de mis favoritos. De hecho los dos mejores momentos del espectáculo fueron repeticiones de espectáculos pasados: el disparatado diálogo sobre el merengue con la musa de la danza -Terpsícores- bailando por en medio y la propina, una cantata encargada a Mastropiero por el célebre ginecólogo y obstetra Schmerz von Utter. De resto la actuación me pareció medianita, de unos Luthiers no en horas bajas, porque afortunadamente nunca las han tenido, pero al menos poco inspirados. Chistes más fáciles que en otras ocasiones, golpes previsibles, sketches rematados sin su genialidad habitual...

Naturalmente, hay cosas que nunca fallan: su cuidadísima expresión corporal, pese a los años; la vis cómica de Rabinovich; su talento como músicos; su imaginación para fabricar instrumentos... Y sobre todo su versatilidad como intérpretes, ahora que sé lo que cuesta tocar un piano. Pasan en un instante de una armónica psicodélica al violín y al segundo siguiente fabrican una melodía bellísima acariciando copas de cristal. Todo eso está muy bien, sí, pero yo creo saber lo que se le puede exigir a Les Luthiers y la función que vi ayer estaba un poco lejos de su mejor momento. Flojeaba lo fundamental: el guión. Y por un momento temí que fuera consecuencia de la muerte, hace un par de años de su colaborador áureo, Roberto el Negro Fontanarrosa. Pero no, nada que ver. El show es de 2005 y sólo ahora ha llegado a España.

A la salida oí a varios espectadores que coincidían en mi diagnóstico. "Quizá es que los hemos visto tantas veces", decía uno... Me alivió escucharles. Cuando uno va a ver a Les Luthiers parece que antes de la función ya sabe lo que va a pensar después: "Qué derroche de humor inteligente -expresión pelín pretenciosa que aborrezco-, qué chistes más brillantes, qué guión más redondo". Y cuesta ser sincero y decir que por una vez no han estado tan geniales. Como costaba hace años decir que no te gustaba una película de Woody Allen, otra vaca sagrada del humor inteligente -argggg- aunque últimamente, entre algún bodrio que cuela y su propia modestia -"no se puede ser siempre genial"- se ha hecho menos vergonzante nadar a contracorriente cuando el Rey está desnudo.

Quizá me estoy pasando con la crítica porque el listón de mis expectativas estaba demasiado alto y si hubiera visto la misma actuación representada por otro grupo me habría parecido extraordinaria. De hecho les digo una cosa: aunque supiera que su siguiente función iba a ser como ésta, sólo moderadamente brillante, pagaría la entrada para verla. Porque a estos tipos les pasa como le sucedía a Martes y 13: que en su momento más discreto son superiores a toda la competencia junta. Pero, por favor, que vuelvan a su mejor versión. O que repitan hasta la saciedad sus grandes éxitos, que nos vamos a reír igual.