jueves, 30 de octubre de 2008

El glamour del karaoke

Hoy haré aquí mi enésima apología del karaoke, aunque ahora llevo unos meses sin ir. A mí lo que me gusta es cantar y pasármelo bien con los amigos pero hay quien objeta que esta actividad es propia de gente cutre y con poca clase. Me da igual semejante majadería pero por si acaso presento aquí dos documentos que desmienten que los aficionados a este nobilísimo arte seamos unos perdedores y unos rancios.

En el vídeo de arriba vemos a mi colega Charly (y a otros amigos de fondo, Pablo, Abel, Fredy...) cantando con la actriz y supermodelo Cristina Piaget en el Laser de Modesto Lafuente. Por cierto, que dice Cristina que se apunta otro día. Abajo, un servidor se desgañita cantando El Emigrante, de Juanito Valderrama, acompañado por Javier Bardem en el Cheers de Huertas. La foto es bastante anterior a que a Bardem le dieran el Oscar y a que yo me diera cuenta de lo mal que me quedaba el pelo largo.

Bueno ¿hay glamour o no hay glamour en el karaoke?

miércoles, 29 de octubre de 2008

Las mejores 500 películas

Me entero por el muy recomendable blog de mi amigo Chiqui que la revista británica Empire ha elaborado la lista de las mejores 500 películas de la historia con la opinión de 10.000 lectores, 150 trabajadores de la industria y 50 críticos. La ganadora ha resultado ser El Padrino, seguida por En busca del arca perdida y El imperio contraataca. Hay tres españolas, la deliciosa El espíritu de la Colmena, de Víctor Erice, en el puesto 93, y dos de Buñuel, Un perro andaluz (354) y Viridiana (169).

Yo echo de menos cinco películas que estarían entre mis diez favoritas (quizá me las haya perdido, pero de un rápido vistazo no las he encontrado): Amarcord, Murieron con las botas puestas, Milagro en Milán, Perdición y Atrapado en el tiempo. Echo de más muchísimas, sobre todo algunas modernas que no valen ni para telefilme de Antena 3 un domingo por la tarde. Supongo que habrá votado gente muy joven...

Dense un paseo y cuenten qué les parece. (Y ojo que los botoncitos de siguiente y anterior no funcionan muy bien y en ocasiones hay que cambiar el número de la página en la barra de dirección).

martes, 28 de octubre de 2008

Una crisis histórica

A los periodistas nos encantan la palabras contundentes: histórico, debacle, catástrofe, hundimiento. Quizá porque confundimos nuestras obligaciones: no tenemos que vender las noticias, no debemos hacerlas más sexys para que nos las compren los lectores. Simplemente tenemos que contarlas en los términos que honestamente creamos que se ajustan más a la realidad. Y creo que a la larga venderemos así más noticias, pero eso es materia de reflexión para otro día.

Entre esos términos de los que abusamos en la prensa está la palabra "histórico". Y digo que abusamos porque el 90% de las veces sólo la perspectiva que da el paso del tiempo hace que un acontecimiento puede ser calificado de tal. Es decir que quede como un hito señalado para la Historia. Es evidente que cuando mataron a Kennedy o cuando Bin Laden derribó las Torres Gemelas sabíamos desde el minuto 1 que estábamos ante un acontecimiento que íbamos a recordar toda la vida. Pero ¿cuántas veces hemos escuchado calificar de tal partidos de fútbol, jornadas bursátiles o incluso declaraciones de políticos de las que ya no se acuerdan sino las hemerotecas?

Es obvio que estamos en un momento singularmente complicado. Las bolsas han sufrido enormes caídas (históricas en el sentido de "sin precedentes en décadas"), han quebrado un buen número de empresas y las perspectivas son alarmantes. La tentación de comparar esta situación con el crack del 29 son tremendas, y es cierto que los pronósticos de los más sabios (sabios que no supieron predecir este lío) apuntan a unas consecuencias casi tan desvastadoras para la economía. Pero imaginemos...

Imaginemos que las inyecciones de liquidez de los Bancos Centrales y las ayudas estales empiezan a funcionar (ya están funcionando, el Euríbor ha bajado en las últimas semanas). Imaginemos que las bolsas han tocado fondo (¿por qué no?), empiezan a remontar casi al mismo ritmo que han caído y los tipos con agallas que han comprado en los últimos días son dentro de dos años los nuevos ricos del siglo XXI. Imaginemos que la recesión, esa sí casi inevitable, sea más suave de lo previsto (también se equivocaron hace pocos meses al pronosticar un panorama más bonancible). Imaginemos, en fin, que para mediados del próximo año la situación de la economía real aparece razonablemente despejada.

¿Una locura? Quizá todo esté para entonces aún más hundido de lo que vaticinan los más agoreros. Pero tampoco es un panorama imposible. No digo, Dios me libre, que el momento actual invite al optimismo pero sí creo que los pronósticos que se hacen ahora mismo están contaminados por dos circunstancias. Uno, los opinadores prefieren pecar de pesimistas porque los diagnósticos catastróficos parecen más sesudos. Y dos: si dentro de seis meses hemos salido del hoyo no se hablará de la crisis, ni de los peores vaticinios. Si se sigue hablando es porque andamos peor. Y entonces los agoreros podrán salir diciendo: "Ya lo decía yo...".

¿Qué tendrá entonces de histórica la situación que estamos viviendo? Desde luego cambiarán las reglas que regulan los mercados financieros. Los bancos de inversión ya han desaparecido, y eso son importantísimas novedades. Pero sobre sobre todo recordaremos una histórica crisis de confianza y un histórico ataque de pánico de los inversores. Algo que ya les gustaría haber vivido a quienes sufrieron la crisis de 1929. Esa que con 80 años de perspectiva sí podemos calificarla de Histórica, con mayúsculas.

(Dos apostillas: Javier Marías se refería el otro día en EL PAÍS a esos "momentos históricos" y comentaba también cómo el lenguaje apocalíptico que usamos los periodistas a menudo retroalimenta las noticias, lo que en psicología se llaman profecías autocumplidas. Y otra: mi padre, que ha empezado a usar su email electrónico me ha mandado un documento que explica muy bien el origen de la crisis. PINCHEN AQUÍ para leerlo).

Ilustración: MotherPie

jueves, 23 de octubre de 2008

Salvemos La Gaceta de Canarias

Me cuenta, desde hace semanas, mi amigo Paul la dramática situación que atraviesa el periódico La Gaceta de Canarias. Algunos de sus trabajadores llevan dos meses sin cobrar. Hay dudas de que pueda seguir operando porque no hay dinero para pagar la licencia informático. Y esta misma tarde ha suspendido pagos. Sus profesionales se han movilizado y desde hace días no firman las informaciones que aparecen en el diario. Lo próximo serán paros y una posible huelga indefinida a partir del próximo 10 de noviembre.

No amigos, no es sólo la crisis. Los trabajadores se quejan de que una mala gestión empresarial les ha llevado a esta situación. Quizá el problema ha sido querer gestionar periódicos como si fueran empresas de construcción. Y me temo que son cosas muy distintas. Como dice muy certeramente el Manifiesto por la Supervivencia de La Gaceta de Canarias, "un medio de comunicación no es una empresa más, sino que tanto las sociedades que las gestionan como sus trabajadores son depositarios y de alguna manera garantes de un Derecho Fundamental reconocido en la Constitución Española de 1978. Por ello, tanto unos como otros tienen la obligación de actuar con responsabilidad y ser conscientes de la importancia de su función social".

Los otros medios resumimos las noticias como esta con números, tantos despidos, tantos millones de deuda, tantos meses sin cobrar. Pero detrás de estos números están el padre con tres hijos que se queda sin empleo, el joven que acaba de firmar una hipoteca, el profesional veterano que tendrá muy difícil volver a encontrar trabajo... Un drama doble: el que sufre cualquier empresa en quiebra y el empobrecimiento democrático que sufre la sociedad cuando cierra un periódico. No suelo pedir nada a los lectores de Puesfijate pero esta vez les pido que, si les he convencido, FIRMEN AQUÍ, en la Plataforma de Apoyo a La Gaceta de Canarias. Yo, naturalmente, ya lo he hecho.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Una objeción a 'Camino'

Sorpresa, sorpresa. Me ha gustado Camino, de Javier Fesser, con una objeción que comentaré después. La película, ya lo sabrán, cuenta la historia de una niña que cae gravemente enferma al tiempo que conoce por primera vez el amor. La religión es el trasfondo de la película: la pequeña ha crecido en una familia vinculada al Opus Dei -su madre es ferviente seguidora, su hermana numeraria- y su actitud ante el cáncer que la consume se utilizará por la Obra para promover su beatificación.

Que me guste no quiere decir que se la recomiende a todo el mundo. La agonía de una pequeña de 14 años, por mucho que crea que se va a ir al cielo, es un argumento durísimo que Fesser no ha querido dulcificar en absoluto. Espíritus demasiado sensibles, abstenerse pues. Pero los que tenemos más de un decímetro de piel podemos disfrutar mientras sufrimos de una película vibrante, que mantiene muy bien la tensión y no se hace larga, pese a durar más de dos horas y media. La crítica al Opus Dei es muy afilada. Es cierto que se da una visión parcial de la institución, pero es certera. Y no pretende ser un documental ni una tesis doctoral sobre la obra, sino una reflexión sobre el fanatismo religioso.

Y ahora la gran, la enorme objeción. Fesser ha construido esta película basándose en un caso real. El de la niña Alexia González. Una pequeña que murió de cáncer en 1985 y cuya beatificación promueve el Opus. Pero a partir de ahí el director deforma los hechos para contar una trama totalmente diferente en la que los protagonistas no se corresponden en absoluto con los de la vida real. El problema es que Fesser no ha sabido, o no ha querido, deslindar ambas historias. Abre la película asegurando que está basada en hechos reales y la cierra con una mención a la niña real, pese a que aseguró a sus padres que no la citaría. La consecuencia es que el espectador poco informado se va a su casa pensando que ha visto una recreación del drama de Alexia.

Los familiares de Alexia han montado en cólera. Y yo creo que tienen toda la razón del mundo.

lunes, 20 de octubre de 2008

Leyenda urbana sobre una leyenda urbana

Ayer fui con mis amigos de Tenerife a un concierto de Barricada en La Laguna. No soy particularmente forofo del grupo navarro pero llevo escuchando sus canciones desde el instituto, así que más que asistir a un espectáculo musical yo esperaba darme un baño de nostalgia de esos que tanto me gustan. Los tipos no defraudaron. Estuvieron dos horas encima del escenario y cantaron todas las canciones que esperábamos -Balas blancas, No hay tregua, En blanco y negro- y alguna más. Pese al ambiente desapacible la parroquia, compuesta en su mayor parte por treintañeros y cuarentones, muchos casados y con hijos -o sea, como nosotros-, se implicó y disfrutó a tope. En los años 80 un concierto del mismo grupo en Santa Cruz terminó con graves incidentes. El público probablemente era el mismo. Pero claro, tenían 20 años menos.

A la salida mi amigo David El jebi me comentó que el mote del líder del grupo, Enrique Villareal El Drogas, no se debe a su supuesta afición a consumir sustancias estupefacientes, sino a su activismo a favor de su legalización. Con curiosidad me he lanzado hoy a internet para confirmar el dato y me he enterado, a través de varias entrevistas, de que es absolutamente cierto. No dice que no las haya probado, pero muestra una actitud muy razonable sobre el tema, criticando tanto los excesos en el consumo como la prohibición. De hecho es un respetable ciudadano que lleva al niño al colegio por la mañana y luego se pone a componer. Decía también David que iba a misa, pero eso no lo he podido comprobar. Así que ya ven, su supuesta toxicomanía es una leyenda urbana sobre otra leyenda urbana como es él.

Concluyamos que su jeta no le favorece a la hora de labrarse una reputación de individuo sano. "Un dia leí que dejarias las drogas cuando encontrases a alguien mas feo que tu, ¿ya lo has encontrado?" le pregunta un tal Juanma en una entrevista digital con los lectores de una web. Y el tipo le contesta: "No, pero aunque lo encuentre, las drogas me han dejado a mí".

sábado, 18 de octubre de 2008

¿Dónde estaba Woody Allen?

Acabo de venir del cine de ver Vicky, Cristina, Barcelona, la última película de Woody Allen. Yo adoro a Woody desde siempre, incluso cuando no sabía que me tenía que gustar para ser un tipo intelectual y amante del humor inteligente, expresión muy querida por quienes tienen en alta estima su humor y su inteligencia. Pero lo que he visto esta noche me ha decepcionado. Unos personajes tópicos envueltos en una trama previsible y resuelta sin la menor gracia. Por lo menos la gente no se reía estruendosamente (¿pero cuándo? debieron poner risas enlatadas) para simular complacencia, como me ha contado mi hermana que sucedió cuando la fue a ver en Madrid. Bueno ni estruendosa ni discretamente. Estábamos unos doce en el cine: uno se rio dos veces en toda la película y el resto, que yo oyera, ninguna.

Hay mejores maneras de gastarse unos euros sin dejar de amar a Woody Allen. Como por ejemplo comprando los dvd de Manhattan, La última noche de Boris Grushenko, Hanna y sus hermanas o incluso Match Point. Se ve que no se puede hacer una genialidad al año. Lo único emocionante, parte de la música. La que era de Albeniz, claro. Así que en vez de dejarles con el trailer de la película les pongo una estupenda interpretación de Granada, de su Suite Española. Salí del cine con esa música en la cabeza y conociéndome sé que no me abandonará en varios días. Si Barricada no lo remedia...

jueves, 16 de octubre de 2008

¿Y tú le tienes miedo al avión?

He visto este vídeo en la grandísima bitácora de mi amigo Chiqui (felicidades por el ascenso, por cierto). Es una imagen fija que muestra el tráfico aéreo en todo el mundo durante un día. Sí, cada puntito que se mueve es un avión. A destacar el flujo casi permanente de aeronaves desde Europa a Norteamérica y lo relativamente vacíos de aparatos que están los cielos africanos. Después de ver semejante enjambre de luces y considerando que es rarísimo que una se apague -se estrelle- uno comprende lo seguro que es volar.

Otra vez por cierto, y aunque no viene a cuento, esto de las lucecitas que se apagan me recuerda una de mis escenas favoritas de la historia del cine. Harry Lime (Orson Wells) ironiza sobre la banalidad de la vida humana desde lo alto de la noria de Viena en El tercer hombre. "¿Si te ofreciera 20.000 libras por cada puntito [los seres humanos vistos desde arriba] que se parara, ¿realmente me dirías que me guardase mi dinero, muchacho, o empezarías a calcular cuántos puntitos podrías permitirte dejar con vida?" le pregunta a su amigo -hasta ese día- Holly Martins (Joseph Cotten).

Y un último por cierto: ¿Cómo carajo han conseguido estas imágenes?

martes, 14 de octubre de 2008

Mis ocho rincones de Roma


Con esta son tres las veces que he estado en Roma en los últimos dos años. No me importaría ir cada seis meses e incluso vivir allí. Evidentemente me he quedado fascinado con la basílica de San Pedro, la Fontana de Trevi, el Coliseo y todos estos sitios a los que las guías dedican cuatro páginas. Pero cuando te impregnas de una ciudad acaba enamorándose de otros lugares, no tan emblemáticos pero que tienen para uno un significado especial. La mayoría de nuestros afectos tampoco responden a criterios estrictamente racionales: nuestros mejores amigos no tienen por qué ser los tipos más brillantes y simpáticos que hemos conocido. Así que los ocho lugares que voy a enumerar no pretenden ser una recomendación para ningún viajero, porque son entrañables para mí por una motivos caprichosos. Todos los conocí en el primer viaje y a todos me gusta volver con la alegría con que se visita a un antiguo compañero.

1) La Iglesia de Santa María in Via Lata, en la vía del Corso casi con la Piazza Venezia. Ni siquiera sale en la guía, bastante exhaustiva, que he llevado este año. Leo en la Wikipedia que se supone que en su cripta estuvo San Pablo dos años esperando juicio. Después de ver desproporcionados templos por toda la ciudad me sorprendió la paz que se respiraba en esta pequeña iglesia -para lo que es Roma. Suele haber gente rezando casi todo el día y el lugar invita, cuando menos, a sentarse, descansar y reflexionar.

2) Restaurante de las viejitas, en la calle Banchi Nuovo. Me lo enseñó mi amiga Chiara en mi primer viaje a la capital italiana. No tiene ni siquiera nombre este pequeño establecimiento situado cerca del Vaticano, al otro lado del río. Lo gestionan dos viejitas que te tratarán como a un nieto. Hay que comer lo que hayan cocinado ese día, no hay menú. Te obligan a terminar el plato y, si te ven muy delgado, a repetir.

3) Ruinas del Largo Argentina. No tienen la grandiosidad del foro romano, evidentemente. Pero me sorprendió, tras llevar una semana viviendo al lado de ellas conocer que entre sus muros se había producido uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la Edad Antigua: el asesinato de César cuando pretendía hacerse coronar emperador. Ahí estaban, sin darse importancia, y por esa modestia me encantaron. Están llenas de gatos que cuidan una asociación de vecinas amantes de los animales y, por lo que se ve, bastante desocupadas.

4) Escalinatas de Santa María in Aracoelis. Trepar por esta escalinata vertical e interminable es todo un triunfo. Yo las subí la primera vez porque creí que eran las del Capitolio, situado a la derecha. Pero una vez arriba vi una puesta de sol y una vista de la ciudad extraordinarias. Ojo porque incluso a mí que, modestia aparte, estoy en forma, se me agarrotaron las piernas al llegar arriba. Después se atraviesa la iglesia -sin mucho valor, que yo recuerde- y se accede por detrás, ahora sí, a la Piazza del Campidoglio. De esa no digo nada, ya está en las guías.

5) Restaurante Sora Marguerita, en la judería. Comida típicamente romana. Hay que mirar con lupa para encontrarla, porque tampoco tiene cartel en la puerta, tan sólo un neón con forma de flor. Me la recomendó mi amiga Lucia y yo se la aconsejo a todo el mundo. Para algunos puede ser disuasorio su aspecto, aparentemente cutre. Pero ojo, no es cutre, es pintoresco. Lo avalan decenas de artículos de periódico escritos sobre el local que cuelgan en las paredes del establecimiento.

6) Los cuadros de Caravaggio en San Luigi dei Francesi. Sí, he caído en un sitio qué sí recomiendan todas las guías. Pero tampoco podía yo tener yo tan mal gusto para los sitios. Mi tío José Carlos, a quien debo mi primer viaje a Roma, me lo aconsejó como su rincón favorito en la ciudad. Son tres cuadros situados al fondo a la izquierda del templo sobre la vida de San Mateo. Especialmente interesante es el de la conversión del santo, sobre todo si una amable turista argentina, como nos sucedió a nosotros este año, te desmenuza todos los detalles de la obra. El dedo de Jesús llamando al hasta entonces recaudador de impuestos tiene el mismo gesto que aquel con el que Dios da la vida a Adán en la Capilla Sixtina.

7) La chimenea de la Capilla Sixtina. Lo siento, no la verán, salvo que vayan mientras se celebra un cónclave para elegir a un nuevo Papa. Y si la ven se llevarán una decepción. Nunca un lugar tan suntuoso tuvo una salida de humos tan humilde. Yo y miles de personas estuvimos pendientes de ella durante dos días, viendo salir un humo que nunca me pareció ni blanco ni negro del todo.

8) Cafetería Paparazzi, en el Corso Vittorio Emanuele. Este lugar sí que pertenece al de los afectos arbitrarios porque es un establecimiento sin encantos aparentes. Ahí desayuné el primer día que pasé en Roma: un zumo de naranja, un café con leche y un cruasán. Al día siguiente pedí lo mismo. Y al tercer día, según entré el dueño le dijo a su mujer: "Ni le preguntes. Un zumo de naranja, un café con leche y un cruasán". Ya me había convertido en un cliente habitual. Así que cuando volví a España le mandé una postal que naturalmente decía: "Un zumo de naranja, un café con leche y un cruasán". La segunda vez que estuve en Roma no estaba el dueño, pero su hijo recordaba perfectamente la postal. Esta vez pasé un par de veces por allí pero no encontré a mi amigo.

Así que ya lo ven, ocho lugares, algunos imprescindibles para los visitantes, otros perfectamente olvidables. Pero todos muy entrañables para mí. Si los quieren visitar con Google Maps, pinchen aquí.

viernes, 10 de octubre de 2008

Con Urbano en Roma

Puesfijate se ha tomado unos días de vacaciones en Roma, casi tan agradables como los que en su día se tomó Audrey Hepburn en la ciudad italiana. He estado en allí tres veces en los últimos cuatro años y siempre me quedo con más ganas de volver. Porque descubro cosas nuevas y porque me sigue encantando volver a las que ya conocía. Otro día haré una lista de los 10 lugares relativamente desconocidos de Roma que me cautivan, desde el restaurante Sora Margarita hasta la iglesia de Santa María in Via Lata. Pero hoy toca hablar de Urbano.

He hecho este viaje con mis padres, mis tíos Goyo y Marivilli, y con Urbano Fernández. Urbano vive en Busto de Bureba (Burgos), es un buen amigo de la familia y este octubre va a cumplir 85 años. Pese a su edad está hecho un crío y en eso le favorece su tamaño menudo. Nos ha acompañado en todas las excursiones, larguísimos paseos a pie que empezaban a las nueve de la mañana y terminaban a las nueve de la noche. No se ha quejado de nada. Ni de las caminatas interminables, ni de las colas para acceder a los monumentos, ni de la comida, extraña para él, ni del tiempo, ni del tráfico, ni de las minucios que provocan el fastidio del viajero impertinente convencido de que por pagar cuatro perras tiene derecho a que todo salga según su capricho... Al contrario, ha vivido incluso esas pequeñas contrariedades de viaje con la divertida curiosidad del que se sabe afortunado por conocer cosas distintas y maravillosas.

Urbano es una persona irrepetible porque pertenece a una categoría humana que ya casi no se fabrica. Gente cuya manera de ser feliz es dar todo lo que tiene a los demás. Muy hábil para el trabajo manual igual te ayuda a pintar la casa que te arregla el tejado. Nunca cobra por ello. Al revés, pretende que le pagues aceptando una invitación a su bodega, donde te atiborra de vino y de jamón. Y tiene la característica que define, por encima de las demás, a las personas felices: se interesa por todo. Si visita el Foro romano quiere enterarse de quién construyó aquellos monumentos, por qué, cuándo, con que materiales. Y si está en la plaza di Pietra escuchando por primera vez la música de violenchelo que toca una artista callejera se acercará para averiguar cómo funciona el instrumento. Ahora ya lo sabes, amigo. La mano izquierda marca la nota, el arco hace sonar la cuerda. La artista sonríe por la simpatía y espontaneidad de ese señor tan simpático y éste deja caer una moneda.

viernes, 3 de octubre de 2008

El por qué de la crisis

Me llega a través de Jesús Olmo este vídeo subtitulado que en clave de humor, si a alguien le quedan ganas de bromear, explica cómo hemos llegado a la actual situación de catástrofe económica. También lo recomienda hoy Enric González en EL PAÍS. No se lo pierdan. Dedicado a la sección de Economía y a la enorme paciencia que han demostrado estos días aclarando las dudas de gente tan ignorante y con tanta prisa por abandonar su ignorancia como nosotros. Desde el jefe hasta la gran Crispíiiin, muchas gracias.

PS: Por cierto, estoy de vacaciones, no esperen de mí gran cosa en los próximos días, si es que alguna vez esperaron algo...