lunes, 27 de diciembre de 2010

Milagro en Milán

La televisión cambió mucho cuando hace 20 años se abrió a las cadenas privadas y ahora, con la TDT, el panorama está sufriendo un nuevo meneo. Nada que nos entusiasme: cuantos más canales sintoniza uno -salvo que pague- peor es de promedio lo que ve. Como si el talento se diluyera entre tanta cadena. Tampoco hay mucha imaginación. Cuando yo era pequeño, y de eso hacen ya unas décadas, todas las Navidades echaban ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra y Un mundo de fantasía, el título en español de la versión de Charlie y la fábrica de chocolate rodada en 1971. Una película que recordaba en blanco y negro y ahora buscándola en Youtube resulta que es en color: obviamente lo que era en blanco y negro era mi televisor.

La de la fábrica de chocolate la recuerdo por una canción muy pegadiza que decía algo así: "dumba, dumba, dumba, dibú, si fueras sabio, sabrías tú". Y sé que no la he soñado porque encuentro una (¡sólo una!) referencia en Google a la cancioncita: la debe de haber puesto otro nostálgico. Ésta de Un mundo de fantasía, digo, no la he vuelto a ver en la tele pero la de Capra nos acompaña todas las Navidades, todas sin excepción. A mí me sigue gustando y no me quejo de que la echen: transcurre en esta época del año, gusta a toda la familia, es la quintaesencia del buenrollismo y en caso de náuseas hay otras cadenas a donde huir. Pero añado que si lo que quieren es echar en estos días películas bonitas, para todos los públicos y que transmitan valores que no caduquen el 8 de enero, podían darse una vueltecita por la historia del cine. Podían acordarse, por ejemplo, de un clásico tan maravilloso como Milagro en Milán, de Vittorio de Sica. Yo me acordé y la vi esta noche con mis padres. En DVD, naturalmente.

Milagro en Milán es una fábula para adultos escrita al estilo de los cuentos de hadas de nuestra infancia. O sea, que no es una historia para los que ahora son niños -aunque también pueden disfrutarla- sino más bien para los niños que fuimos. El arranque es tristísimo: una anciana recoge un bebé que se encuentra en su huerta y lo cría como a su hijo. Al morir la señora al pobre niño lo internan en un orfanato, donde se educa hasta que se hace adulto y puede salir a enfrentarse con el mundo. Y el mundo que se encuentra resulta la ser la Italia de la posguerra. Un sitio horroroso donde lo único bonito parecían ser algunas mujeres como Sofía Loren, que encima no sale en la película. La inocencia del protagonista se estrellará desde el primer minuto con una ciudad áspera donde -les parecerá una tontería pero a él le entristece- "buenos días" no quiere decir "buenos días". Como en casi ningún sitio, si reflexionan un poco.



El pobre hombre acaba viviendo en un barrio de chabolas donde los mendigos se pelean por un rayo de sol, un terreno mísero codiciado encima por unos ricachones con sombrero de copa, como los de los colorines de Carpanta. ¿Espabilará Totó e intentará pisar otras cabezas antes de que pisen la suya? ¿Se convertirá en cínico, en un delincuente para sobrevivir? Nada de eso. Con un entusiasmo sin fisuras, una empatía extraordinaria, una bondad absoluta -también existe, como el amor absoluto- y cierta ayuda sobrenatural logrará convertir el poblacho en una utopía solidaria. No les voy a seguir contando la película -¡véanla!- pero les adelanto que su final me parece uno de los más bonitos de la historia del cine que conozco.

Milagro en Milán fue premiada en Cannes en 1951, un par de años antes que ¡Bienvenido Mr Marshall!, y me atrevería a decir que Berlanga se inspiró en ella en una de sus escenas. Cuando los habitantes de Villar del Río se arremolinan para encargar una cosa -¡una sólo por persona!- a los americanos continúan la cola que encabezaban los pobladores de las chabolas de Milán para pedir un deseo a cierta paloma mágica. La diferencia es que en la película italiana, esos deseos sí se hacían realidad... pero tampoco voy a seguir contando por ahí la historia.

De Sica es más conocido por otra obra anterior, El ladrón de bicicletas. Es una grandísima película ambientada también en el espanto de la posguerra, con un trasfondo igual de triste que el de Milagro en Milán pero con una visión mucho más amarga. De la primera uno saldría del cine circunspecto; de esta última saldría con una sonrisa. Yo personalmente no sé por qué El ladrón... está considerada mejor película que Milagro... Sí, ya sé, el pesimismo está más prestigiado que el optimismo. Y algunos añadirán "no es pesimismo, es realismo" (neorrealismo, en este caso). Pero si se fijan, después de esos negros años 40 la historia de Italia, pese a la corrupción, a la mafia y a las brigadas rojas, ha tenido más de milagro que de otra cosa. Los italianos y otros europeos occidentales como los alemanes, franceses o ingleses que nacieron en los años horribles en que se rodaron esas películas han tenido la suerte de vivir luego un periodo de paz, prosperidad y democracia sin parangón en ninguna época ni lugar. Así que después de todo, puede que los prodigios existan. Yo últimamente estoy casi seguro de que sí. Y de que no hace falta ir a Milán para encontrarlos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

38

Hoy me han caído 38 años y lo he celebrado de milagro en Tenerife, donde aterricé ayer más o menos a la hora a la que se cerraba el espacio aéreo español por la huelga de controladores. Pero hoy no hablaremos de conflictos, ni de estados de alarma, sino de mi cumpleaños. Diremos entonces que el día en que nací la Tierra estaba en el mismo sitio que hoy y que en este tiempo ha girado exactamente 38 veces alrededor del sol. No es para marearse pero sí para afirmar que uno ya ha dado en esta vida bastantes vueltas. Por lo menos, bastantes alrededor de una estrella.

Como es casi tradicional, como hice con el 36 y el 37, hoy hablaré del número protagonista del día, el 38. Al 38 podríamos definirlo como una cifra discreta, sin afán de protagonismo. No tiene el aura aristocrática de los números primos y sólo tiene tres divisores además de sí mismo -el 1, el 2 y el 19- lo que lo convierten en un compuesto poco vistoso. Por decir algo mínimamente curioso de él destacaremos que es la suma del cuadrado de los tres primeros primos (2x2+3x3+4x4=38) si excluimos al uno. También es el número par más alto que no puede escribirse como la suma de dos números compuestos impares. Como ven, peculiaridades un tanto rebuscadas que hacen que nuestra cifra pase bastante desapercibida en el fascinante universo matemático.

En otros campos, el número 38 se presenta, lo siento, como una cifra conflictiva y hasta siniestra. El 38 es el calibre de muchísimas armas de fuego: pongan el numerito en Google y busquen imágenes y verán la cantidad de pistolas que le salen. Particularmente conocido es la munición 38 Smith & Wesson especial, de la que se habla en la canción aquella de Pedro Navaja, de Rubén Blades. Creo que una bala de esas mataron a John Lennon, entre otros. También da nombre a una de las fronteras más conflictivas de la Tierra, tristemente de moda en las últimas semanas: el paralelo 38, que divide a las dos Coreas. Y buscando los acontecimientos acaecidos en el año 38 el más destacado me parece también algo macabro: el martirio de San Andrés que agonizó durante tres días en una cruz en forma de aspa mientras seguía predicando la religión, que ya es tener humor. Para remate, leo en la Wikipedia, pero tengo que confirmarlo con mi compañera Cecilia Jan, que en Taiwán llamar a alguien "38" es decirle imbécil a la cara. Y curiosamente es el número atómico del estroncio, un elemento que suena muy parecido a stronzo, idiota en italiano. La 38 también es la talla esa que obsesiona a tantas mujeres, con efectos a veces devastadores para la autoestima...

¿Algo bueno que decir del numerito? Claro que sí. El 38 ha traído suerte a mucha gente, aunque también la ruina a otros: es el número de casillas de la ruleta americana, donde se juegan los números del 1 al 36 pero incluye también el cero y el doble cero. También nos ha salvado la vida a todos: 38 son los grados a partir de los cuales podemos decir técnicamente que tenemos fiebre, ese mecanismo que nos alerta de que algo no funciona bien en nuestro cuerpo. Por 38 empiezan los códigos postales de esta mi tierra, las Canarias occidentales, y la 38 es la línea de autobuses más frecuentada de Londres, la que une Clapton y Victoria con parada en Picadilly y una cadencia de aproximadamente un minuto en hora punta. También es un número clave en la mitología escandinava, cuyas sagas legendarias están dividadas, en su mayoría, en 38 capítulos y cuyos héroes combaten a las bestias en grupos de 38.

Un cumpleaños suele ser momento de hacer balance. Normalmente uno se agobia por dos cosas: por los años que le van cayendo y por lo poco que los ha aprovechado. Respecto de la primera preocupación creo que cumplir 38 no es aún motivo de zozobra, aunque apunto un detalle inquietante para los muy aprensivos: llegada esta edad sin duda hemos superado ya la tercera parte de nuestra vida, salvo que la medicina haga progresos asombrosos o aspiremos al libro Guiness de los récords. El ser humano más longevo de la historia cuya edad pudo comprobarse con seguridad, la francesa Jeanne Calment, vivió 122 años... y 38 multiplicado por tres son 124.

Pasamos a la segunda preocupación. Si les agobia haber llegado a mi edad -o a otra edad cualquiera- y no haber hecho aún nada destacable en la vida les diré dos cosas. Una, la más importante, es que creo sinceramente que en la vida no hay porque hacer "nada destacable", o mejor aún, que a veces lo más destacable que puede hacer uno son cosas sencillas, como ser un buen padre, un buen amigo, un buen profesional o, en general una buena persona. Pero si de verdad les inquieta "triunfar" en este mundo les comunico que en la historia hay ejemplos y contraejemplos de casi todo. Genios como Mozart o Marilyn Monroe ya lo habían hecho todo a los 38 años... bueno de hecho hasta se habían muerto. Algunos alcanzaron con esa edad la cumbre de su carrera, como Neil Armstrong que tenía mi edad cuando pisó la luna. Otros como Mahoma, y fíjense lo que luego revolucionó el mundo, eran tipos perfectamente anónimos. En su caso, no fue hasta los 40 años cuando empezó a predicar.

Si tengo elegir los 38 años de algún personaje histórico, me quedo con los de Cervantes. A esa edad, tras unos años muy tumultuosos que incluyeron la guerra, el cautiverio y la pérdida de un brazo, el autor de El Quijote publicó al fin La Galatea, su primera obra literaria de cierto volumen y trascendencia. Fue así para Cervantes una edad que dividió su vida en dos, el momento en el que el soldado manco empezó a convertirse en figura universal de la literatura. Por bien que estemos y que repitamos sinceramente eso de "que me quede como estoy" creo que en estas fechas indicadas para la reflexión -cumpleaños, Nochevieja, aniversario importante- uno siempre sueña con que el periodo de tiempo que comienza marque un punto de inflexión en nuestras vidas, para bien o para mejor. Así que ojalá pueda contarles dentro de un año que he publicado mi Galatea personal. De momento, voy a celebrar mi cumpleaños.

Créditos de las dos primeras fotos: chispita_666 y Mega Anorak

viernes, 29 de octubre de 2010

Minutos musicales: Mis recuerdos

Después de mucho tiempo sin escribir en este espacio y sin ofrecer a mis sufridos lectores uno de mis inefables conciertos, aquí dejo mi homenaje a dos genios. A Federico Fellini, director de Amarcord (Mis recuerdos), la película de su vida, y por eso su mejor película, y a Nino Rota, autor de la banda sonora que aquí interpreto y de otras tan universales como El Padrino, La dolce vita o El Gatopardo.

Amarcord es una película maravillosa, el En busca del tiempo perdido de Fellini, aunque he constatado que curiosamente gusta muchísimo menos a las mujeres que a los hombres. Tal vez porque sólo un varón puede entender y ser cómplice de las muy íntimas confesiones del director de Rimini. De Nino Rota diré lo que ya he dicho alguna vez: que es uno de los mejores en un género, las bandas sonoras, que ha dejado gran parte de la mejor música del siglo XX.

En cuanto a mi interpretación, mis seguidores constatarán que he mejorado algo pero sigo inseguro y que doy alguna nota falsa: una muy clara casi al final, cuando ya andaba yo confiado. Como siempre, prometo mejorar. Y prometo escribir con algo más de regularidad. El próximo post, ya me comprometo, hablaré de Benarés (India) -ahora Varanasi- de donde volví hace unos días. Un manicomio al aire libre, como me dijo una española que pasa allí medio año. No faltarán en mi relato cadáveres flotantes, gurus del Jainismo, un tráfico de locura y un comerciante llamado Manolito. Les mantendré informados.

jueves, 7 de octubre de 2010

Por qué me cae bien Vargas Llosa


Hoy le han dado el Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, la noticia más inesperadamente esperada que recuerdo. Llevamos los 13 años que hago en enero en el periódico preparándonos para este momento, anticipando coberturas especiales, falsas aperturas, documentación variada... y el día en que se produce nos quedamos boquiabiertos. Fue el sueco decir "Magio Vagas Llosa", fue repetirlo un servidor y quedarnos paralizados durante un minuto los siete u ocho que estábamos en la mesa central del digital. Era tan creíble que no nos lo podíamos creer. Luego reaccionamos y creo que la cobertura ha quedado estupenda. Vargas Llosa escribe en nuestro diario y le hemos hecho el mejor homenaje que se ha visto hoy en la web mundial.

Y ahora paso del autobombo colectivo al individual. He tenido la suerte de tratar en cuatro o cinco ocasiones con Vargas Llosa y he escrito para Eskup, la red social de EL PAÍS, 15 mensajitos -como máximo admite 280 caracteres- contando algunas anécdotas que viví con el escritor. Enlazaría a mi Eskup, pero si escribo algo después, se va a perder este relato, así que los copio para ustedes. Perdonen la redacción, pero es difícil ajustarse a una métrica tan estricta.

1. Sobre Vargas Llosa. He tenido la suerte de tratar a Mario Vargas Llosa varias veces y en circunstancias variopintas. Así que he recopilado un pequeño anecdotario personal sobre el Nobel. Atentos, que empiezo con las historias.

2. Conversación en la catedral. Conocí a Vargas Llosa en la catedral de Burgos. Él paseaba con su mujer y mientras admiraba el templo decía "es deslumbrante". Como buen mitómano me acerqué y le dije que me gustaban mucho sus libros. Me atendió con su amabilidad habitual...

3. La lata de gasolina... [habitual porque luego lo he comprobado], me dio las gracias y para mi sorpresa, empezó a contarme que se le había estropeado el coche en una carretera de Burgos y había tenido que ir andando por el arcén unos kilómetros hasta la gasolinera más cercana..

4. Juan Cruz, el ominpresente. Como vi que el hombre me hablaba con confianza le comenté que era pariente de Juan Cruz, entonces su editor. Mario y Patricia estallaron en una carcajada. "A donde no llega Juan Cruz manda un emisario", sentenció el escritor.

5. Cocido en Lardhy. La siguiente vez que coincidí con Vargas Llosa tiene fecha: 12 de marzo de 2000. Ese día, el mismo en que Aznar logró la mayoría absoluta, me colé a comer un cocido en Lardhy con el escritor. También estaba su hijo, Álvaro...

6. Un apoyo razonado. Vargas Llosa estaba muy contento por el inminente triunfo del PP, partido al que había apoyado. Defendía a Aznar pero no como un hooligan, sino de una manera razonable: apelando a los logros económicos del entonces ministro, Rodrigo Rato. Casi me convence...

7. A buscarlo al aeropuerto. Otra vez me tocó ir a buscarlo a Barajas. Limpié mi viejo Polo, normalmente impresentable, y me dispuse a recogerlo. A úlima hora la editorial pensó, con buen criterio, que merecía un mejor recibimiento y acabé acompañando a un chófer en un Mercedes...

8. Un tipo sencillo. Sinceramente, creo que no le hubiera importado un pito viajar en mi coche. Me da la impresión de que es un tipo muy sencillo en un mundo de egos desorbitados. Y si no lo es, lo disimula muy bien, lo cual es síntoma de una gran inteligencia...

9 ...y un tipo que escucha. Pero lo que más me ha admirado de él las cuatro o cinco veces que le he tratado es que te escucha. Le cuentes lo que le cuentes y seas quien seas, te escucha. O al menos, lo finge, lo cual es de agradecer.

10. Volvemos a Barajas. Bueno, total, que fui con el chófer al aeropuerto y luego no cabían todas las maletas que traían él y su mujer en el coche. Así que Patricia se fue en el Mercedes y yo cogí un taxi con Mario. ¿De qué se habla en un taxi con Vargas Llosa?...

11. En el taxi... pues por ejemplo, de fútbol, tema universal e inagotable. Algunos escritores, incluso los Nobel, tienen las mismas pasiones y aficiones que la gente corriente, aunque sus ideas suelen ser más interesantes. Ese día jugaban, casualmente, el Madrid y el Barça...

12. Al Bernabéu. "No puede ser un mal partido", dijo Mario. Y se equivocó a medias, porque fue regular. Tuvimos la suerte de comprobarlo en el campo, con dos entradas que nos dio Alfaguara, a la que nunca agradecerá lo bastante ese detalle. Así que nos fuimos para el campo...

13. Vuelta al campo... aún conmocionado porque ETA acababa de explotar un coche bomba allí. Nos equivocamos de puerta y tuvimos que dar la vuelta al estadio. Me puso la mano en el hombro y dijo: "tú me guías". Y así yo abría camino y él iba respondiendo a quienes le saludaban...

14. "Don Pedro Vargas". El último obstáculo antes de llegar al asiento era un tipo de una televisión local que le acercó la alcachofa y dijo "¡Don Pedro Vargas Llosa!". "Debe ser mi hermano", le respondió Mario, "a la salida le cuento algo". Y es que el partido había empezado...

15. Y gol de Raúl... y llegamos justo para ver un golazo de Raúl. El Madrid, eran otros tiempos, se clasificó para la final de Champions pero no pude averiguar si Mario iba con los blancos o con el Barça. Basta de rollos y resumo con lo que ya dije: un Nobel sencillo que te escucha.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Calor y pobreza

Sigo escribiendo sobre Cartagena de Indias, más de un mes después de mi vuelta. La ciudad, o mejor dicho, lo que se visita de ella es una joya. Floreció esplendorosa porque fue el principal puerto de salida de las riquezas de Suramerica hacia España. Pero su opulencia se secó de golpe a principios del siglo XIX, con la independencia de Colombia. Y fue ese frenazo el que salvó su belleza: de pronto no había dinero para "modernizar" la urbe, que se conservó casi intacta como era en la época colonial. En otros lugares sí pudieron en cambio sustituir los antiguos caserones por viviendas más modernas y perdieron de paso todo el encanto para las generaciones venideras.

La zona colonial de Cartagena es pequeña, puede recorrerse entera en pocas horas. A su alrededor se extienden los barrios de San Diego y Getsemaní y la península de Boca Grande, donde se apilan enormes hoteles. Son estas las zonas por donde se mueve el turismo, y donde la seguridad es casi total, algo muy de agradecer en un país como Colombia donde desgraciadamente aún hay altos índices de violencia. Pero es una burbuja muy pequeña en comparación con el tamaño total de la ciudad, cuya área metropolitana tiene una población de 1.245.000 habitantes. Más allá de las murallas de la ciudad se extienden decenas de barrios, la mayoría de los cuales no son demasiado recomendables para los visitantes. En algunos, más alejados, no entra ni la policía: sólo el Ejército.

La culpa de la inseguridad la tiene, claro, la miseria, aunque no solo porque he visto mucha más en India y nadie levantaba la mano para robar ni una manzana. De la resignación india ya hablé hace casi tres años -y probablemente volveré a hablar en unos días- pero hoy hablaremos de la pobreza, sin más. Puesfijate que después de ver algunos pueblitos miserables en los alrededores de Cartagena me quede reflexionando sobre una evidencia. ¿Por qué casi todos los países que se encuentran entre los dos trópicos están atrasados y las naciones desarrolladas están en las zonas templadas del planeta?

Descartemos la explicación de la raza. Hoy gobierna el país más desarrollado del mundo un afroamericano y está demostrado que un negro, un blanco o un indio son genéticamente casi idénticos. Tampoco creo que se deba a la colonización, pero aunque así fuera tendríamos que preguntarnos por qué los países del norte tuvieron más fuerza para sojuzgar a los del sur. Creo que el clima ha tenido mucha más influencia en este fenómeno que cualquier otra variable. En primer lugar, porque con 35 grados y una humedad extrema como tienen en Cartagena apetece mucho menos trabajar que en un ambiente fresco. Pero sobre todo porque en un país cálido necesitamos mucho menos para vivir. No hace falta tener una casa de paredes sólidas, ni un armario bien surtido con ropa de abrigo, ni comer en exceso para acumular calorías. Los hombres que poblaron las zonas frías, en cambio, tuvieron que desarrollar por pura necesidad culturas mucha más productivas.

El argumento, probablemente simplista ya lo sé, es reversible. Hay más pobres en el trópico pero en el fondo son menos miserables que los que viven en los países ricos. Lo dijo Camus en una cita que no he encontrado, pero que avala la buena memoria de mi madre: los mendigos en Argel le daban mucho menos pena que los de París. Allí podían dormir casi al raso, vestirse con cuatro trapos, comer un pez capturado por ellos mismos en la playa... En la capital francesa, en cambio, el frío, y la sociedad que éste ha contribuido a modelar, convierte a los sin techo en seres muchísimo más vulnerables.

No voy a hacer un elogio de la pobreza pero les aseguro que no me importaría volver al trópico sin ninguno de los lujos de que disfruté en mi último viaje. Dormir en una hamaca, comer en los restaurantes de barrio y matar el día con esos pequeños placeres que siguen siendo gratuitos: darme un baño en el mar, tomar el sol, pasear, sentarme en un banco a ver pasar a la gente y jugar al ajedrez en las plazas. Para unos días, sólo para unos días, me parece todo un planazo.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Minutos

Minutos y esta vez no musicales. Pido perdón por mi ausencia de la blogosfera durante exactamente un mes: he estado de vacaciones. Cogiendo fuerzas para el trabajo, aunque ya me he dado cuenta de que todo el descanso del mundo no aguantan 72 horas al ritmo de una redacción. También me han pasado cosas: he pontificado sobre periodismo digital en Cartagena de Indias (Colombia) y he estado a punto de quedarme cojo en el Camino de Santiago. Y sobre todo hay cosas que me han llamado la atención y que espero poder contar en los próximos días en este espacio que tengo tan abandonado.

Decía que minutos y esta vez no musicales. Después de pasar ocho días en Cartagena de Indias y dos de ellos impartiendo un curso de periodismo digital supongo que lo suyo sería hablar de los encantos de una de las ciudades más bonitas de América o elucubrar sobre el futuro de la web en plan gurú junior . Pero no, voy a hablar de una de las cosas que más me llamó la atención en Colombia. Por su singularidad, ingenio y omnipresencia: el negocio de los minutos. Pero no se preocupen los amantes de temas sesudos, que no descarto hablar más adelante de las murallas de la ciudad o de Simón Bolívar.

Verán, en Colombia, como en España, hay varias compañías telefónicas. Cada una tiene sus propias tarifas y cada una aplica una táctica común: cobrar a sus clientes un precio mucho más elevado cuando se llama a un móvil abonado a la competencia. Puesfijate que los colombianos han encontrado un método sencillo de burlar este inconveniente. Proliferan por las calles de las ciudades -yo los he visto en Cartagena, pero me juran que están por todo el país- unos sencillos tenderetes callejeros compuestos a menudo por sólo tres elementos -una persona, una silla donde esta se sienta y varios móviles destartalados donde apenas se adivinan los números- y acompañados habitualmente de un cartel que anuncia Minuto Celular o sencillamente Minutos. Los puestos más complejos tienen también una mesita para apoyar los teléfonos con un cajón para los cambios.

El negocio, no se si lo han adivinado, consiste en lo siguiente: si tengo que llamar a un amigo que pertenece a otra empresa, en vez de hacerlo de mi móvil, me acerco a un puesto de minutos y lo hago desde un teléfono de su misma compañía -tienen un aparato de cada una. El tipo me cobrará más de lo que cuesta la llamada -lógico, tiene que ganar algo- pero menos de lo que me valdría hacerla a mí. Pero el negocio es aún más redondo, según me cuenta mi buen amigo y ayudante para todo el periodista del diario Tiempo Jorge Quintero. Resulta que muchos de esos móviles están dados de alta como teléfonos de empresa, para obtener precios más baratos. Y como sus propietarios no pueden justificar tantas líneas distintas, algunos crean compañías ficticias a nombre de indigentes -a los que dan cuatro pesos- y solicitan a través de dichas empresas nuevos números con tarifas económicas. Según leo, otros incluso falsifican identidades.

La actividad fue ilegal hasta 2006, según leo en este exhaustivo artículo donde explican todo mucho mejor que yo. Pero el Gobierno, siempre según esta fuente, decidió autorizarla dado que vivían de ella nada menos 500.000 personas. La cifra que me parece exagerada si pienso que supone más del 1% de los colombianos; pero no me lo parece tanto si evoco la composición de la fauna urbana de Cartagena. Verán, supongo que los minuteros apenas ganan para comer y que quizá estén controlados por las mafias. Pero hoy, agitado por el ritmo delirante de la redacción he pensado que por una temporada me cambiaría por uno de ellos: sentado en mi silla a la sombrita, dejándome llevar por la legendaria placidez del Caribe, con una cerveza Club Colombia en la mano, cotilleando disimuladamente -por qué no- las conversaciones de todo el barrio mientras veo pasar la vida en una esquina de la ciudad más fascinante de América.

PS: Ah, si fuera colombiano y supiera escribir como lo hacen ahí, emprendería la novela de los minutos. La esbozo: sería la reconstrucción de la vida, de las pasiones, intrigas, amores, celos, amistades, odios de un barrio a través de las conversaciones que escucha un minutero a sus clientes. Toda la vida de un vecindario sin salir de su esquina. Ahí dejo la idea por si alguien se anima.

Foto: Celina Massa

martes, 10 de agosto de 2010

Naranjito: Podría haber sido peor



No voy a volver a glosar el Mundial 82. Ya lo hice hace tres años cuando se cumplieron 25 años del evento, del cual fue mascota Naranjito. Así que si quieren leer el rollo ése que he metido varias veces sobre que aquello fue el acontecimiento que marcó a mi generación, pueden pinchar aquí y leerlo entero. De hecho, les recomiendo que lo lean porque me quedó un post bastante redondo. Pero volvamos a lo que nos ocupa. Puesfijate que uno tiene buena memoria pero no se acuerda de cuándo se eligió como símbolo del Mundial a este machango, como decimos en Canarias. Y sí, lógicamente, su elección fue noticia en junio de 1979 en toda la prensa española. Pero también otras dos caricaturas que quedaron finalistas y que no han pasado a la historia: quedaron como bocetos fallidos, candiatos a la gloria aparcados en las cunetas del diseño.

Aquí tienen, tirando de la hemeroteca de El Mundo Deportivo y gracias a mi ex alumno Pablo Linde, a las dos mascotas a las que derrotó nuestro orondo cítrico. No me dirán que el resultado fue injusto. El tal Brindis, el torerillo de la derecha es simpático aunque, lo siento, se da un aire a aspirante a El Bombero Torero, el espectáculo ése con enanos que devuelve las fiestas de los pueblos a la baja Edad Media, si es que no lo han prohibido todavía. La otra, Toribalón, me gusta más, pero me recuerda a las boas de El Principito después de comerse una pelota de fútbol. Pero, ojo, que estas son las finalistas. ¿Cómo serían las que ni siquieran llegaron a la gran final? He estado buscándolas infructuosamente por Internet. Si las encuentran, les ruego que las difundan. No se queden para ustedes solos un documento de semejante valor histórico.

Fuera bromas, a mí Naranjito me gusta. A lo mejor me pasa como con mi casa, mi pueblo, o mi familia, que de tanto verlos se me han olvidado sus defectos, pero creo que es un diseño que ha ganado con los años. Las tiendas de la calle Fuencarral de Madrid, donde se visten los modernetes que no se han enterado aún de que lo fashion se ha trasladado a otro barrio, se han puesto las botas a vender camisetas con su efigie este verano. Yo tengo una de la talla 9-11 que me deja el ombligo al aire pero una vez me la puse en una fiesta y ligué con la chica más guapa que había allí y en muchas calles a la redonda, lo juro. La tenía en un cajón guardada y después del partido contra Suiza la colgué en la redacción: no volvimos a perder ni un encuentro. Así que como trae suerte ahora la tengo en el salón, encima de la tele.

Pero no se crean que este simpático monigote siempre fue tan popular: cuando fue elegida recibió críticas horribles. Rosa Montero, llegó a decir de ella en un artículo en EL PAÍS que tenía "ecos del franquismo tardío" y que "no es solo feo. Es que representa a una España subdesarrollista y dolorosa que se quiere olvidar". Me encantaría coincidir con la señora Montero un día y recordarle este artículo. Tengo entendido que tiene un gran sentido del humor, así que seguro que coincidía conmigo en que sus argumentos han envejecido mucho peor que la mascota.

lunes, 2 de agosto de 2010

Grande Gran Canaria

Puesfijate que después de 37 años he visitado Gran Canaria. Perdonen que presuma de viajero intrépido pero es tremendo que uno haya ido antes a conocer el Taj Majal, Abu Simbel, la selva del Podocarpus o Cuenca que la isla que durante 17 años, cuando no había brumas, veía desde mi ventana. O sea, que ha sido como conocer ya de mayor a ese primo de quien tanto hablaba la abuela.

Me acercaba yo ese primo con bastante curiosidad. En mi isla, Tenerife, no había oído hablar muy bien de la isla de enfrente. Eso en el mejor de los casos. Porque tenemos un periódico, El Día, que dice en un lugar destacado de su portada -todos los días- y de su página web -todo el rato- que Gran Canaria no tiene bellezas naturales y que su nombre es en realidad Canaria -ver imagen abajo, a la derecha. Y que la otra denominación es engañosa porque es la tercera del archipiélago por extensión. Así que en mi tierra debe haber un montón de gente que piense que enfrente se dedican a engañar a los turistas vendiendo una tierra más grande de la que tienen. Y que los visitantes cuando llegan sufren una doble decepción: al saber que no están en la mayor isla de Canarias -¡Qué fraude, sólo 1.500km2 frente a 2.000 de Tenerife! ¡Que me devuelvan el dinero!- y al no encontrarle atractivo por ningún lado.

Esto que cuento sería un chiste si no fuera porque ese periódico tan bienintencionado no es un diario humorístico, ni un medio marginal. Es el que más vende en mi provincia. También es el que pretende que Canarias adopte el estatus de las islas Comores y se divida en dos, con una isla que siga dependiendo de la metrópoli (Gran Canaria) y seis que formen una república independiente donde el castellano y el bereber sean lenguas oficiales. Así que una de tres: o mucha gente en mi tierra se ha vuelto loca; o son unos cachondos; o son personas de costumbres que compran el mismo periódico de toda la vida aunque diga que Elvis Presley está vivo y tiene un piscolabis en Jinámar.

Pero dejemos de lado a El Día, que hoy toca hablar de cosas agradables. Y muy, muy agradable, me pareció Gran Canaria. Las Palmas tiene dos barrios preciosos, Vegueta y Triana que parecen una prolongación a través del atlántico de la zona colonial de ciudades del otro lado del charco como Santo Domingo. La playa de las Canteras me asombró porque, aunque es el escaparate de una urbe gigantesca, mantiene fachada de pueblo de pescadores, con edificios no demasiado altos y razonablemente armónicos en primera línea de costa. Las cumbres tienen unas vistas magníficas y vertiginosas, como la que hay sobre la caldera de Bandama o los miradores frente al roque Nublo, y sorprendentes lagunas de aspecto alpino. Y las dunas del sur comparten con el desierto todo su encanto hipnótico sin ninguna de sus desventajas: no hay serpientes de cascabel y cuando uno se aburre, en vez de morir de sed buscando un oasis, da un paseo y en diez minutos está en la civilización tomando una cerveza.

Además de estos paisajes de postal mi estupenda guía -gracias por todo, Vir, también por la foto que abre este post- me enseñó un puñado de pueblos -Mogán, Agaete, San Mateo, Arucas- con muchísimo encanto para hacer tres cosas que me encantan: pasear por calles bonitas, parar en la esquina más concurrida a tomar un café y fijarme en los personajes locales para cotillear un poco en sus vidas. Cuanto más pintorescas, mejor. Y como guinda, he podido reencontrarme con Dani Bustos, un viejo amigo de la universidad a quien no veía hacía 10 años. ¿Un resumen entonces de esta visita a Gran Canaria? Pues, hablando mal y pronto, que los de El Día no tienen ni puñetera idea. Si no la han visitado aún, denle una oportunidad. Creo que no se arrepentirán.

lunes, 12 de julio de 2010

Balance del pulpo Paul

Termina el Mundial que más alegrías nos ha dado y nos fijamos en uno de las cuatro referencias que este campeonato dejará fijas en nuestra memoria: el pulpo Paul. Estoy seguro de que los otras tres recuerdos imborrables que nos dejará este torneo serán el gol de Iniesta, las vuvuzelas y el beso de Casillas a Sara Carbonero. Y si no, al tiempo.

Nos centramos pues, en el cefalópodo más famoso del mundo y sus predicciones. Parto de la base lógica de que el animalito no tiene poderes paranormales. Supongo que sí se le puede dirigir para que se coma un mejillón u otro -se me ocurre que tal vez una de las dos tapas esté soldada y le sea imposible abrirla- pero entonces el adivino sería su dueño y podría ganarse mejor la vida apostando en las casas de apuestas por Internet. Otra posibilidad es que, como dicen algunos, el bicho se sienta atraído por la gama de colores que van del rojo al amarillo, como explican aquí. Eso podría explicar que vaticinara el triunfo de Alemania sobre todos los países salvo España y Serbia (tiene rojo en la bandera) y rechazara por ejemplo los botes con las enseñas de Uruguay y Argentina, ambas albicelestes.

Aún así ha tenido cierta suerte porque la casualidad ha querido que los equipos con banderas más chillonas hayan derrotado a los que las tienen más discretas -me hubiera gustado ver un duelo con China. El instinto natural del animal ha hecho el resto. Porque ¿Qué probabiliadd tenía Paul de acertar por pura suerte el vencedor de un duelo? Si fuera suerte pura, sin ninguna influencia de los colores, les aseguro que muy pocas. Hagamos el cálculo.

Alemania ha jugado siete partidos en este Mundial y el cefalópodo ha acertado los siete. Además ha pronosticado con éxito el triunfo de España en la final. En los tres primeros encuentros podían darse tres resultados: victoria de los germanos, de sus rivales o empate -una posibilidad que, por cierto, no sé cómo habría resuelto. Luego sin considerar otras circunstancias el animalito tenía 1/3 de dar en el clavo en cada choque. 1/3x1/3x1/3=1/27. De 27 casos posibles, el pulpo tenía sólo una posibilidad de hacer pleno en la fase de grupos. Pero lo logró.

Para el resto de los partidos -cinco- el bicho tenía 1/2 de acertar: eran duelos a vida o muerte, sin empate posible, que en caso de igualada se hubieran resuelto con prórrogas y penaltis. Así pues tenemos que multiplicar la cifra anterior cinco veces por 1/2. 1/27x1/32=1/864. Una única posibilidad de entre más de 800.

¿Cuál es mi conclusión? Yo creo que el asunto tiene cierto truco. La selección alemana era muy potente y su bandera es muy llamativa. Luego era relativamente probable que ganara muchos partidos y que el pulpo se dirigiera hacia su urna, deshechando la de otros equipos. Quizá incluso el animalito estuviera entrenado para ir a la cajita con la bandera tricolor, aunque no de forma infalible. Cuando se enfrentó a Uruguay, Argentina o Australia, equipos en cuyas enseñas predomina el color azul, el bicho lo tuvo claro: mejor el colorado. Más dudas tendría con Inglaterra, Serbia y sobre todo Ghana, que también tiene el rojo y el amarillo en la bandera. Digamos que con Inglaterra quizá tuvo un 60% de acertar, con Ghana un 50% y con Serbia, que en mi opinión tiene una bandera menos llamativa que Alemania, un 40%.

Luego, en la semifinal y la final, lo tenía fácil: España tiene más rojo que Alemania en su enseña y desde luego, que Holanda, que tiene una franja anaranjada poco convincente. O sea, que si adoptamos la teoría de los colores podemos concluir que Paul tuvo cierta suerte, pero tampoco exagerada. Lo que me extraña en estos tiempos que corren en los que siempre hay un tipo ocioso para hacer un experimento insólito es que nadie haya pillado un pulpo por barba y haya colgado un vídeo en Youtube demostrando o desmintiendo que los cefalópodos van al rojo. Venga, doy la idea, a ver quién es el friki que me la copia.

miércoles, 23 de junio de 2010

El partido imposible de Isner y Manhut


Hace tiempo que no me gusta el tenis. Pero hoy he vuelto a vibrar con un partido: el que han disputado el estadounidense Isner y el francés Manhut en Wimbledon. No por el juego, que ha debido ser un coñazo a base de saques directos, sino por la emoción: después de dos días han tenido que volver a suspender el partido con 59-59 en el marcador del quinto set -en el que no hay tie-break. De hecho no he visto el partido, simplemente lo he seguido por internet en los divertidísimos comentarios de la BBC y de otras webs británicas que me han convencido de que este formato tiene futuro: como complemento a la retransmisión televisada o, si se hace bien, incluso sustituyéndola.

Quizá pronto se descubra que todo estaba amañado o que, como decía un lector en el Twitter de BBC, los dos jugadores querían jugar ante la Reina, que visita mañana el club. Pero por lo que me cuentan algunos amigos que sí lo han visto el partido no parecía un tongo. El interés que ha despertado este maratón tenístico ha sido tan grande que ha disputado el protagonismo deportivo de la tarde al Mundial. McEnroe, boquiabierto, ha dicho que "nunca hemos visto nada igual y nunca lo veremos".

¿Nunca volveremos a verlo? Quizá sí. El saque en el tenis se ha convertido en un factor decisivo y, sobre todos en superficies rápidas como Wimbledon, cuando se enfrentan dos buenos peloteros pueden transcurrir horas sin que ninguno le rompa el servicio al otro. De hecho ambos jugadores han hecho casi 100 aces -saques directos- cada uno en lo que llevamos de partido. La ventaja del jugador que saca forma parte de un conjunto más amplio de variables que constituyen lo que podríamos denominar factor humano. Porque si el tenis fuera puramente un juego de azar lo que ha sucedido hoy no habría ocurrido nunca jamás. Saquemos cuentas para justificar esta afirmación.

Supongamos que el tenis fuera un deporte de pura suerte, en el que los juegos se decidieran a cara o cruz. Situémonos en el tramo final de un partido entre dos hipotéticos jugadores, A y B, con un empate a dos sets y 5-5 en la quinta y definitiva manga. Uno de los dos, A o B -pongamos A- ganará el undécimo juego, situando así el marcador en 6-5. ¿Qué panorama nos encontramos entonces? Pues que hay un 50% de posibilidades de que el encuentro termine en el siguiente juego con otra victoria de A y un 50% de que haya otra vez empate, si gana el juego B.

¿Me siguen? Según este razonamiento, si el tenis fuera puro azar, y partiendo del 5-5, la probabilidad de que A y B vuelvan a empatar a seis es 1/2. Una probabilidad entre dos. Ahora supongamos que efectivamente vuelve a haber igualdad. ¿Qué probabilidad hay de que los dos tenistas vuelvan a empatar a siete? De nuevo 1/2. A o B, da igual, ganará el decimotercer juego y el otro tendrá 1/2 de probabilidades de igualar el partido. Sin embargo, la probabilidad de llegar al 7-7 desde el 5-5 no es ya 1/2: es en realidad, 1/2 (la probabilidad de empatar a seis) x 1/2 (la probabilidad de empatar a siete una vez que se ha empatado a seis), es decir, 1/4. Por ambos sucesos son lo que se llaman condicionados: el empate a siete sólo puede llegar si antes ha habido un empate a seis.

Espero que al menos aquellos que estudiaron ciencias no se hayan perdido. Porque aún queda un poquito. Si se llega al empate a siete, la probabilidad de llegar al empate a ocho es otra vez 1/2. Pero desde el 5-5, será 1/8, esto es 1/2 x 1/2 x 1/2. Dicho de otra forma: partiendo del 5-5 en partidos en los que los juegos se jugaran a cara o cruz sólo un de cada ocho encuentros llegarán al 8-8. ¿Y la probabilidad de empatar a nueve? Partiendo del 8-8 es también 1/2 pero desde el 5-5 que arrancamos el experimento, sería 1/2 x 1/2 x 1/2 x 1/2: 1/16. En realidad, cada vez que se iguala el partido hay un 50% de posibilidades de que vuelva a haber otro empate, así que si desde el 5-5 al 59-59 ha habido 54 empates, la probabilidad de que por el puro azar de una moneda se llegara a ese resultado sería de 1/2 elevado a 54.

¿Es muy grande ese número? Pues hombre, es una posibilidad entre 16.000 billones. Si consideramos que la Tierra se formó hace 5.000 millones de años digamos que desde entonces han transcurrido unos 2.500 billones de minutos. Así que si hubiéramos jugado a golpe de moneda y desde ese 5-5 un partido cada diez segundos desde que se formó nuestro planeta probablemente uno de los encuentros habría llegado a dicho resultado. ¿Le parece exagerado? Las potencias de dos engañan mucho: estamos haciendo exactamente la misma cuenta que el Rey que prometió al inventor del ajedrez un grano de trigo por la primera casilla del tablero, dos por la segunda, cuatro por la tercera... y que no encontró cereal en el mundo para cumplir su promesa.

El partido no ha concluido. Prometo actualizar este post cuando haya un resultado definitivo con la probabilidad de que éste se hubiera producido por puro azar. 2 elevado a 54 es un número muy grande, pero aún los hay mayores. 10 elevado a 79 (que es inconcebiblemente muchísimo más) es el número de átomos del universo. Y aún más es 10 elevado a 100, el gúgol que da nombre al buscador más popular y el número más alto con nombre propio que conozco, aunque sin interés científico alguno. Así que aunque sigan jugando semanas, incluso siglos, siempre habrá números para medir su gesta. Les mantengo informados.

Foto: StuSeeger

sábado, 5 de junio de 2010

Himnos y selecciones nacionales

Se acerca el Mundial, así que en pocos días nos vamos a hinchar de oír himnos nacionales. Muchas de estas melodías nacieron para enardecer a los soldados en la batalla -véase los violentas que son algunas letras, como la de la sobrevaloradísima La Marsellesa- y ahora casi sólo se escuchan en ese sucedáneo incruento de la guerra que es el deporte: al comenzar los partidos de fútbol o al concluir las carreras de coches o motos. Salvo que sea un entusiasta de los desfiles militares estoy seguro de que las últimas 30 veces que ha oído la Marcha Real había una pelota, una moto o una bici por en medio.

Reconozco que me encanta el momento de los himnos previo a los partidos, ya he confesado en otras ocasiones que soy un hortera sentimental sin complejos y no tengo por qué dar más explicaciones. De hecho me he sentido estafado cuando alguna televisión, para ahorrar tiempo de emisión o meter publicidad los ha suprimido impunemente: es como quitar los títulos de crédito de la película a un cinéfilo -algo que también hacen. Aparte del componente sentimentaloide, algunas melodías, como las de Italia, Rusia, Alemania o Reino Unido me parecen particularmente hermosas. El himno francés también, pero ya conté en otra ocasión por qué le tengo manía. El español, reconozcámoslo, es un poco patatero, pero no vamos a renegar de él por eso, que sería como renunciar a nuestra madre si fuera fea. Además, varios cuentan con el aval de ser obra de compositores célebres, como el citado de Alemania -de Haydn- o el de Austria, que lógicamente fue compuesto por Mozart.

La interpretación de los himnos puede parecernos un anacronismo, una horterada o las dos cosas juntas, pero no siempre es una mera formalidad carente de valor para el espectador curioso. Me resulta por ejemplo muy interesante observar la actitud de los jugadores, unos emocionados, otros más bien indiferentes y mascando chicles; comprobar quiénes cantan y quienes no y, desde que se han instalado micrófonos cerca, quiénes lo hacen bien y quiénes lo hacen fatal. Estos momentos patrióticos han generado en ocasiones noticias que se recordarán cuando ya todo el mundo haya olvidado el resultado del partido, como la enorme pitada al himno argentino en la final del Mundial del 90 después de que Maradona pidiera a los italianos del sur que renegaran de su país y apoyaran a la selección sudamericana -por si no se acuerdan, arriba incluyo el vídeo, lean los labios del Pelusa. También fue inolvidable la interpretación del himno de Riego en vez del oficial en una Copa Davis en Australia, ante el estupor de los tenistas españoles -que por supuesto no habían escuchado nunca el himno de la República- y la bronca en la final de Copa del Rey de 2009 que acabó con varias dimisiones en Televisión Española.

Mis compañeros de especiales de ELPAÍS.com han tenido la original idea de incluir en el dossier sobre el Mundial de Suráfrica audios con todos los himnos de las selecciones participantes tal y como se escuchan en el estadio. Tras un repaso rápido concluyo que los que mejor cantan en masa son los holandeses -aunque su himno, Wilhemus, el más antiguo del mundo y dedicado a Guillermo de Orange sea un alegato contra los españoles- y los que más desafinan son los ingleses, quizá por el calentamiento previo que hacen en las cervecerías de los alrededores del estadio.

Más allá de estas músicas patrióticas, el otro día debatía conmigo mismo si el hecho de organizar un Mundial de fútbol por países no sería en sí mismo un anacronismo. Pero es que no se me ocurre otra solución. Partimos de que el deporte es competición y para competir en este caso en fútbol hay que organizarse en equipos que representen a un colectivo determinado. O sea, que no tendría sentido organizar un Mundial con equipos de jugadores formados al azar, sin mayor conexión entre ellos, porque no representarían a nadie. Para enfrentarse por clubes ya existen otras competiciones así que el criterio debería ser otro, por ejemplo por religiones, por nivel de estudios o por ideología política, pero me temo que en ambos casos sería peor que lo que tenemos. Otra idea bizarra sería que compitieran por profesiones: carpinteros contra proxenetas, por ejemplo. ¿Y qué tal por color de pelo o tono de piel? Quizá lo menos estrambótico sería encuadrarse por idiomas maternos, pero tampoco me convence. En las fiestas de pueblo son habituales los partidos de solteros contra casados y de gordos contra flacos pero después de darle muchas vueltas me temo que no hay alternativa a la idea de organizar los Mundiales por estados nacionales. ¿Se les ocurre alguna?

martes, 18 de mayo de 2010

El mejor país para ser hijo

El otro día publicaba EL PAÍS -y otros medios- un interesante informe de la ONG Save the Children sobre los mejores países para ser madre. Se llevaba la palma Noruega, donde las mujeres que dan a luz tienen una baja maternal de entre 46 y 56 semanas, cuentan con la mejor asistencia al parto, apenas hay mortalidad infantil y la esperanza de vida es estratosférica. Al otro lado de la clasificación se encontraban los parias de la tierra: Afgansitán, Níger, Chad, Congo... Allí ser madre es un infierno y encima la mayoría de las mujeres lo son muchas veces en la vida... hasta que se mueren de un parto. Así de horrible y de cierto.

Puesfijate que andaba yo reflexionando el otro día sobre estos datos y pensaba que aunque ser madre en Noruega es algo muy cómodo, fácil e higiénico quizá no sea un chollo tan grande ser hijo en Escandinavia. A diferencia del estudio de Save the Children no tengo datos para sostener lo que voy a decir ahora. Pero me parece que cuando más al norte y más civilizado es un país se vuelve más probable, por ejemplo, que tus padres te echen de casa a la mínima en cuanto cumplas los 18 años. Lo que en general entendemos por progreso tiene una consecuencia negativa, según esta impresión probablemente errónea pero bien enraizada en mis convicciones: tiende a enfriar los vínculos familiares. Naturalmente, hasta cierto punto eso es bueno: que se lo digan al africano que vive con 18 parientes en una choza... pero supongo que hay un término medio.

Alabemos pues el grado de civilización alcanzado por países como Noruega, Nueva Zelanda o Finlandia -todos ellos aburridísimos, siempre según mis prejuicios- pero reconozcamos que nos hemos dejado algunas cosas importantes por el camino de tanto desarrollo. Esas cosas, como ese sentido más calido de la familia, aún las podemos encontrar en naciones un poco más atrasadas pero desde luego no menos felices. Ser madre será un chollo en Noruega. Pero para ser hijo me quedo con un país mediterráneo. España no está mal -yo no tengo queja alguna- pero el paraíso es, sin duda, Italia.

De todas las afirmaciones gratuitas enunciadas en este post esta es la más rigurosa. Lo afirman muchos de mis amigos italianos, algunos de los cuales sostienen hasta la violencia que la mejor pasta del mundo se come en su casa. Y lo confirma indirectamente el periodista Enric González en su estupendo libro Historias de Roma, publicado hace poco. Dice González: "Lo de las madres italianas será un tópico pero resulta rigurosamente cierto [...] La mamma vela para que su hijo se convierta en un ser feliz, despreocupado, con ese brillo juguetón en los ojos que caracteriza al italiano de género masculino, peremnemente ligado al regazo materno y por sublimación devoto de alguna virgen católica...". Se refiere especialmente a los chicos, pero creo que la reflexión también es extensiva a las chicas.

Para cerrar este post inflado de lugares comunes no contrastados, un chiste. Pensé que lo conocía más gente pero lo cuento y todavía se ríe alguno. ¿Saben de dónde era Jesucristo? Italiano. Tenía 30 años, no trabajaba, vivía en casa de sus padres... Decía que su madre era virgen, ella replicaba que su hijo era Dios. Igualito que en Noruega y encima imagínate pasar todo el día comiendo salmón...

FOTO: Imiazel, vía Flickr

lunes, 3 de mayo de 2010

Mi penúltimo Mundial

Vivo los mundiales con tremenda pasión. De hecho, creo que el Mundial 82 -y no el 23F- fue el gran momento generacional para los chicos de mi edad: las chicas, siento la incorrección política, estaban muchísimo menos interesadas por el fútbol que ahora. Lo dije en otra ocasión: este evento desgraciado -España hizo el ridículo cuando más debía lucirse- podía habernos convertido en tipos cenizos y amargados como los del 98 por la pérdida de Cuba. Pero un año y pico después otro extraordinario acontecimiento futbolístico nos redimió del pesimismo para siempre: el 21 de diciembre de 1983 España le metió 12 goles a Malta y nos enseñó que los milagros son posibles.

Batallitas al margen, he decidido vivir este Mundial de Suráfrica que se avecina con la misma pasión que viví el de Naranjito. Ya me compré la televisión plana, esta semana me ponen el aire acondicionado y en un mes lleno de cervezas la nevera. Y además, estoy coleccionando, como en el 82, la colección de cromos oficial del campeonato. Entonces -cito de memoria- el album sugería como las posibles estrellas del Mundial que se avecinaba a ocho jugadores: Maradona, Rummenigge, el polaco Boniek, Arconada, Kevin Keagan, Blokhin, Zico y Platini. Creo que no apostaba por Paolo Rossi, ya se sabe que la especialidad de los italianos siempre han brillado cuando nadie lo pronosticaba, pero tengo que contrastar esto si algún día encuentro el álbum por casa. Por casa de mis padres, o sea, mi casa.

Un amigo mío dice que es dramático cuando te das cuenta de que casi todos los jugadores de fútbol son ya más jóvenes que tú. Pero que lo realmente deprimente sucederá cuando constatemos que somos mayores que los entrenadores. Y no digamos cuando nos suceda eso con los presidentes. Puesfijate que he estudiado con temor mi nueva colección de cromos y he experimentado cierto alivio al comprobar que aún hay dos tipos que a priori pueden disputar el campeonato -las listas no están cerradas- que me superan en edad. Son dos porteros, el inglés David James, de casi 40 años, y el australiano Mark Schwarzer, de 37, nacido dos meses antes que yo, que soy de diciembre del 72. Luego hay tres a los que saco unos meses, como el mexicano Cuauhtemoc Blanco, de enero del 73, Zanetti o Cannavaro. Así que no soy demasiado viejo para ir a Suráfrica y, apelando a la historia, incluso podría jugar en Brasil 2014: sería aún unos meses más joven que el camerunés Milla, que con 42 disputó el de EE UU 94.

Ya puestos, y como el álbum trae también las características físicas de los jugadores -altura y peso- he confirmado que no estoy demasiado delgado para jugar un Mundial. Hay dos futbolistas, el español Jesús Navas y el brasileño Josue que pesan lo mismo que un servidor, 60 kilos, y son casi calcados en altura, 1,70 (les saco un centímetro). Así que tengo edad, kilos y por supuesto, tamaño -los hay muchísimo más bajitos, empezando por Messi o Silva- para disputar el campeonato. Concedo que, por mi carrera deportiva lo tendría un poco complicado, porque mi máximo logro es haber ganado tres torneos de futbito del Colegio Mayor Deusto hace 15 años, en mi época universitaria. Pero, como dije al principio, el España-Malta nos hizo creer en milagros. Así que, señor Del Bosque, aquí me tiene por si me quiere seleccionar.

jueves, 22 de abril de 2010

¿En qué se parecen Verdi y Boney M?

Puesfijate vuelve hoy a un tema de esos que nos encanta: sin percha de actualidad, sin la menor relevancia, una curiosidad absolutamente inútil hallada mientras me dejaba por la corriente de internet. Vamos para allá sin más vueltas ¿Saben qué tienen en común Giuseppe Verdi y Boney M? ¿Qué une a la ópera con el Eurodance pachanguero? Pues que sus composiciones más célebres son versiones musicales de un mismo texto... Sí señor, el sublime Va Pensiero de Nabucco -el coro de los esclavos judíos en Babilonia, seguro que lo conocen y si no caen, pinchen el vídeo arriba- y el pachanguero Rivers of Babylons (vídeo de abajo) se inspiran en el salmo 137 de la Biblia, numerado como el 136 en la Vulgata, la primera traducción del libro al latín.

El salmo 137, conocido por las palabras con las que comienza en latín, super flumina Babilonys (sobre los ríos de Babilonia), cuenta la nostalgia del pueblo judío, cautivo del rey Nabucodonosor, por la perdida Sion (Israel). Estas referencias patrióticas hicieron que muchos partidarios de la unificación de Italia utilizaran el Va Pensiero como himno reivindicativo frente a la ocupación francesa y austriaca de parte de su territorio. De hecho, esta melodía que Nana Mouskouri popularizó con una letra horrible, fue una de las propuestas como himno para el país cuando el país cuestionó sus símbolos tras la Segunda Guerra Mundial. Ahora ha tenido la mala suerte de caer en mano de los indeseables de la Liga Norte, que la cantan al final de cada mitin. Así que se habrá hecho antipática para muchos italianos.

Dicen que cuando el féretro de Verdi recorría Milan la muchedumbre se puso a cantar espontáneamente el Va Pensiero. Si pudiera viajar en el tiempo creo que una de las primeras visitas sería para comprobar si esa anécdota es cierta. Concibo pocas escenas más emocionantes.

PS: Después de tres años he cambiado la cabecera de Puesfijate. Donde decía "noticias curiosas, insólitas o sencillamente falsas" ahora dice "noticias curiosas e insólitas pero nunca falsas". Aquí contaremos muchas bobadas, pero siempre bobadas rigurosas.

jueves, 15 de abril de 2010

Cómo sacar partido de un divorcio


Cartel publicitario colgado en el metro de Madrid: "¿El hombre de tu vida ya está fuera de tu vida? ¡Vende! Compramos tus joyas a precio de oro". A destacar la sonrisa-profidén de felicidad de la chavalita y su gesto desafiante estilo José María Aznar en la Universidad.

martes, 13 de abril de 2010

Más importante con barba


Me he dejado barba desde hace un mes y medio, más o menos. No es la primera vez que me la dejo, ya la llevé hace 15 años en Bilbao durante unos días pero ahora igual me la dejo más tiempo. Lo hice por una bobada, porque todos mis compañeros del turno de tarde -cuando aún trabajaba por la tarde- la llevaban; al principio no me convencía pero ahora que ya no pica y está convenientemente arreglada ni me acuerdo de ella. Puesfijate que el otro día conocía a varias personas que trabajan en Muy Interesante -ya sé que de momento no tiene nada que ver con lo de la barba, pero esperen- y hablando con ellos de cómo me gustaba la revista allá por los primeros años 80 me acordé de algunos reportajes memorables que me habían impactado. El que más, uno sobre los cien personajes más importantes de la historia de la humanidad.

El interesantísimo ránking había sido elaborado en 1978 por Michael H. Hart y luego revisado en 1992. Los cambios en esos 14 años habían consistido básicamente en retrasar 20 o 30 posiciones a Marx, Mao, Lenin o Stalin e incluir a Gorbachov, por ejemplo. Mahoma sigue siendo el número uno, por delante de Newton y de Jesucristo, relegado a un polémico tercer lugar. Otro día hablaremos de esta curiosísima clasificación que habría que revisar una vez más para incluir a los protagonistas de la nueva era de la computación e internet: Gates, Jobs, los creadores de Google y desde luego los impulsores de internet tienen más influencia en cómo es el mundo hoy que el 90% de los personajes citados por Hart hace 30 años.

Pero aparte de hacer esa reflexión hice otras. Apenas hay mujeres, dos o tres (la primera, la Reina Isabel la Católica) y sólo cuatro españoles: además de la soberana, Pizarro, Cortés y Picasso, salvo que incluyamos a Colón, de origen discutible. Y sobre todo, y aquí enlazamos por el principio, la mayoría de los tipos que supuestamente han determinado que el mundo sea como es, están representados con barba. De los 18 primeros, 14: Mahoma, Jesucrito, Confucio, San Pablo, Tasi Lun (inventor del papel), Gutemberg, Einstein, Marx, Pasteur, Galileo, Lenin, Moisés, Darwin y Shih-Huang Ti (unificador de China). O sea, todos menos cuatro: Newton, Buda, Colón y Aristóteles. ¿Dejarme barba aumenta las posibilidades de llegar a ser un tipo realmente importante? De momento sólo he comprobado una cosa: adelgaza. Más de diez personas me han dicho que estoy más delgado, y peso exactamente lo mismo. O quizá un poco más: calculo en unos 50 gramos el peso del vello que ahora me tapa la cara.

lunes, 5 de abril de 2010

Guerra a la basura postal

Lo primero les pido disculpas por el tiempo que llevo sin escribir, la Semana Santa ha roto el ya irregular ritmo de publicaciones de Puesfijate. De estos días sólo les cuento que he estado en el Genarín, del que ya hemos tratado en otras ocasiones aunque tal vez merezca la pena una actualización del tema, y en Busto de Bureba, adonde regresaba tras el largo invierno. Pero más adelante, probablemente cuando ya no venta a cuento, hablaremos de la Semana Santa. Hoy toca filosofar sobre los buzones.

Nunca hemos recibido tantos mensajes como en estos tiempos. Gracias a internet y a los móviles nos comunicamos cada día con decenas de personas que están lejísimos, comentamos sus fotos y vemos sus vídeos y si les ha gustado o no el desayuno. Pero es cierto que apenas recibimos ya cartas físicas o postales: cuando encontramos una en un buzón -físico- es un acontecimiento que, al menos a mí, me llena de gran alegría. Sobre todo, por que es muy raro que suceda. Este año, que yo recuerde he recibido una desde Venecia de mis amigos Alfredo, Ruth y Emma. Y tal vez alguna otra desde algún rincón del planeta enviada por mi quate Íñigo de la Quadra Salcedo.

El resto, basura. Publicidad de un señor que no se ha enterado de que ya he reformado la casa. Cartas del banco, aunque no me hace falta que talen una secuoya gigante en el Canadá al año para informarme de unas cuentas que consulto por Internet. Más publicidad de un restaurante chino con ofertas asombrosas. La factura del móvil y la de la luz, que también las puedo consultar on line. Alguna revista de la FAPE -Federación de Asociaciones de Periodistas de España-, que es de lo poco que me interesa. Y felicitaciones de Navidad de lo más impersonal enviadas por el administrador de fincas, el BBVA o la tienda donde me compré la tele. Y más publicidad del Media Markt o de algún centro comercial de esos que no sé ni dónde está. Sí, sé que existe la lista Robinson ésa, pero eso no previene contra el buzoneo.

Ante este panorama y mi lucha tenaz contra el síndrome de Diógenes atenuado que padezco en modo atenuado he adoptado una estrategia inflexible hacia mi buzón: en vez de abrirlo cuando subo a casa, como se ha hecho de toda la vida de Dios, lo abro cuando salgo a la calle. ¿Por qué? Porque el 95% de lo que me encuentro dentro es una porquería y según piso la acera lo deposito en el contenedor de reciclaje de papel. Así me evito llenar mi casa de papeles que se acaban perpetuando en la mesa multiuso de los mandos a distancia o junto al ordenador. ¿Que me interesa algo? -esa postal que me llega cada seis meses de mi amigo Íñigo dando envidia- pues tomo nota mental y la recojo de vuelta a casa. Pero por esos cuatro pisos de escalera no sube ni un papel más de lo imprescindible. Les seguiré contando mis progresos en ésta mi guerra contra el desastre.

viernes, 26 de marzo de 2010

Segundos musicales: Primera aproximación a Bach

Hoy nuestra habitual sección de minutos musicales ha quedado reducida a unos pocos segndos, unos 40, lo que duran mi interpretación de parte del Minué en Sol Mayor de Johan Sebastian Bach. La pieza, mi primera y aún timidísima aproximación al genio barroco, es más larga pero para lograr una grabación un poco decente necesito varios ensayos y cuanto más largo es el tema más veces tengo que repetirlo. Así que como mis vecinos ya tenían bastante por hoy he elegido un trozo brevísimo de la obra. Prometo seguir dándole duro a Bach y presentarles aquí obras más extensas y complejas.

viernes, 19 de marzo de 2010

50 horas con Delibes

El otro día se murió Delibes y me dio mucha pena. Porque era un gran escritor, porque era una estupenda persona y sobre todo porque me recordaba, por su sencillez, por su austeridad, por su amor a Castilla, a algunas estupendos seres humanos que he conocido muy de cerca. A él no lo conocí personalmente pero sentí su muerte como alguien próximo porque me caía bien y porque cuando has disfrutado con la obra de un escritor, de un actor o de un músico has compartido también tu vida con ellos.

Compartido la vida literalmente. Yo he echado cuentas -ya saben lo que me gusta hacerlo- y he calculado que he pasado al menos más de dos días completos con Delibes: he leído seis novelas suyas, a 250 páginas por novela y a dos minutos por página me salen 50 horas redondas. Como para cogerle cariño, aunque no tuviera otros motivos. Con otros escritores he convivido mucho más tiempo: de Agatha Christie he leído casi 70 libros, que a 200 páginas cada uno y a un minuto por página -es de lectura más fácil- me salen diez días enteros. Bastante más, seguro, de lo que he pasado con al menos la mitad de los 414 amigos que tengo, a día de hoy, en el Facebook. Porque en una relación más exclusiva: en una fiesta, en el trabajo, en clase, compartimos nuestro tiempo con varias personas a la vez pero cuando leemos, si realmente estamos concentrados, establecemos una relación única con el autor del libro.

Delibes o Agatha Christie, cada uno a su estilo, me han hecho pasar muy buenos ratos. Como otros escritores, como algunos actores y actrices o humoristas e incluso jugadores de fútbol. Personas a las que nunca hemos conocido han formado parte importante de nuestras vida, quizá más que otras teóricamente más próximas. Puesfijate que yo tengo muchas fotos en casa de mis seres queridos, de mis familiares y amigos y he pensado llenarla también de imágenes de esos otros personajes lejanos en el tiempo o el espacio pero muy próximos afectivamente. Si tuviera que escoger 25 fotos para mi altar laico la heterogénea lista -sólo explicable con claves sentimentales muy íntimas- estaría formada -el orden es aleatorio- por Chesterton, el humorista Eugenio, Sofía Loren, Agatha Christie, Machado, Carlos Santillana, Gloria Fuertes, Joaquín Sabina, Proust, Verdi, Francisco Ibáñez, Kurt Vonnegut, Hitchcock, Darwin, Les Luthiers, Ángel González- a éste sí tuve la suerte de conocerlo-, Rodríguez de la Fuente, Albert Camus, Carlo Frabetti, Robert Louis Stevenson, The Beatles, Quino, Bertrand Russell, Labordeta y Delibes. ¿A quién elegiría usted?

jueves, 11 de marzo de 2010

¿Para llevar o para tomar?

Me molesta perder el tiempo. No es que sea un tipo con demasiadas obligaciones pero me empeño en imponerme demasiadas tareas. Así que una de las cosas que más me alegra el día es hacer tres o cuatro cosas de esas que uno tiene en la lista de espera: resolver un trámite administrativo, hacer una llamada pendiente, una compra que llevaba tiempo pensando, ordenar un armario (véase el post anterior)...

Puesfijate que hay una pérdida de tiempo, de apenas unos segundos, que me resulta particularmente fastidiosa. Se produce cada vez que entro en una pastelería, algo que sucede con cierta frecuencia. Yo voy y pido un dulce, un tocino de cielo o un merengue, por ejemplo, y la dependienta me hace la fatídica pregunta, la misma en todas las confiterías de España: "¿Para llevar o para tomar?". Y ahí se produce el desajuste. Porque yo lo quiero tanto para llevar como para tomar, que salgo por la puerta comiéndomelo, y esas palabras siempre me desconciertan. Tres segundos tardo en darme cuenta de que "para llevar" significa para la dependienta que no me lo vaya a comer inmediatamente y contesto: "Para tomar llevándomelo"- dos segundos más. Y entonces la empleada -tras tres segundos de duda por mi ingeniosa respuesta- me lo da sin envolver y yo empiezo a zampármelo.

Tres más tres más dos son ocho segundos. Si la empleada me hubiera hecho la -para mí- pregunta lógica -"¿se lo envuelvo?"- yo habría respondido "no" y la escena hubiera dudado siete segundos menos. ¿Parece poco? Pues verán. Siete segundos por tres pasteles por semana son 21 segundos por semana. Por 50 semanas al año son 1.050 segundos al año -casi 20 minutos. Y 17,5 minutos por 80 años que pienso vivir desde que cumplí los diez -antes los pasteles me los compraba mi madre- son 1.400 minutos, aproximadamente un día entero de toda mi vida empantanado en esa frase tan extendida como absurda.

Un día. En un sólo día, el 16 de noviembre de 1532, Francisco Pizarro pasó de ser un loco aventurero a tener en su mano todo un imperio, el inca, tras secuestrar a Atahualpa. En un sólo día, el 11 de septiembre de 2001 Bin Laden, un lunático casi desconocido que vivía en un desierto, se convirtió en el hombre más famoso y buscado del mundo y las Torres Gemelas, símbolo del poder del capitalismo occidental, quedaron reducidas a chatarra retorcida. En su sólo día, eso sí repetido muchísimas veces, Bill Murray se transformó en un tipo agradable, aprendió a tocar el piano y se ligó a Andie McDowell en Atrapado en el tiempo. Devuélvanme mi día y no el pastel no me lo envuelva, por favor.

lunes, 8 de marzo de 2010

Los guisantes salen del armario

El sábado limpié el armario de mi cocina. Sé que suena muy prosaico pero para mí fue muy importante. La iniciativa forma parte de una estrategia más amplia de poner mi vida en general, en orden. En pocas semanas he arreglado también el trastero; ahora tengo pendiente el armario ropero, mis archivadores, el correo electrónico, un mueble de tres cajones donde guardo papeles y que me da miedo sólo de mirarlo -así que imagínense el pavor que me da abrirlo-, mis películas y dvds y el contenido de mi iPod. Cuando haya organizado -o probablemente antes- empezarán a desordenarse otras cosas pero al menos una vez al año tengo que sentir que todo está en su sitio.

Lo sé, soy un desastre. Desde pequeño. Y eso que gracias a un esfuerzo titánico me he reformado mucho. Pero aún así la labor de organizar la cocina fue un duro golpe para la autoestima de un tipo que quiere llevar una vida ordenada. El hecho de que guardara cuatro paquetes de spaguetti abiertos y dos de arroz -de la misma calidad exactamente- no fue el detalle más desmoralizador. Lo peor fue que de cinco baldas relativamente pequeñas extraje más de diez productos caducados: un paquete de biscottes, otro de galletas crackers, un tarro de alcachofas, cuatro cajas de medicinas diversas -y eso que casi nunca me medico-, tres paquetes de té, uno de harina, otro de alfanjores, un trozo de turrón duro -ya durísimo-, dos patatas que habían echado raíces y pedían ser trasplantadas a una huerta y una lata de guisantes.

Lo de la lata de guisantes era particularmente preocupante. Primero porque ese tipo de productos suelen tener una caducidad muy remota. Pero sobre todo, porque estaban pasados de fecha desde 2007. No es sólo que hubieran hayan pasado tres años, es que a finales de 2008 yo hice una reforma en mi casa. Todos los productos que tenía en la cocina fueron metidos en cajas, en las que nunca debió entrar algo que ya no era comestible. Peor aún es pensar que la lata pasó un segundo filtro: acabada la reforma todas las cosas que había guardado volvieron a las estanterías. ¿No me fije entonces tampoco en si estaban pasados de fecha?

No crean que es un detalle aislado. En anteriores arranques de furor organizativo he detectado en mi casa sustancias caducadas el siglo pasado, en concreto en 1998. Lo curioso es que desde entonces yo había hecho dos mudanzas, trasladados de una vida entera a los que sobrevivieron estos productos ya no aptos para el consumo humano.

Analizando un poco el asunto he llegado a la conclusión de que hay tres factores que han traído este estado de cosas. Primero, una tendencia natural, genético o aprendida, al desorden. Segundo, un síndrome de Díogenes atenuado que, ante la duda, me lleva a conservar cualquier cosa en vez de tirarla. Y tercero, circunscrito sólo al área de la cocina, el problema que tenemos los singles -antes solterones- para calcular bien lo que tenemos que comprar y para acabar con los productos que tenemos en stock. Mi próximo reto será sumergirme en el mueble ese de tres cajones que me mira desafiante. Ya les contaré los tesoros que me encuentro.

Nada, que volvemos

Una semana justa ha durado mi propósito de no escribir más en el blog. En un primer momento sentí un gran alivio, liberado de la obligación de publicar un post al menos una o dos veces por semana. Pero en un par de días me empezó a dar pena haberlo dejado, me sentía como si se me hubiera muerto el perro. Además, tres circunstancias imprevistas me empujaban a retomarlo.

Primero, los mensajes, algunos publicados en esta bitácora, de gente que me leía y me animaba a seguir. Ya sabía que mi hermana o mi madre visitaban de vez en cuando este espacio pero me sorprendió que gente como mi amiga Rocío Gallarre -jefa de prensa de la Ruta Quetzal BBVA-, mi antigua compañera de trabajo Olga Suárez -Olguix Maximus- o incluso mi primo Nacho se pasaran por aquí de vez en cuando. Y eso anima.

En segundo lugar, una conversación con mi colega de curro y sin embargo amigo Toño Fraguas, cuyo blog La Fragua es una referencia del humor y la reflexión en Internet, que me aconsejó que continuara, eso sí, sin crearme falsas obligaciones. "Tú escribe cuando te apetezca y ya está. Que pasa un mes y no has publicado nada, pues estupendo. Pero no lo dejes".

En tercer lugar, qué caray, que me apetece contar cosas. Hoy sólo quería decir que vuelvo pero en un par de días les contaré con detalles lo que he encontrado en mi cocina al hacer limpieza de los armarios. Escrupulosos abstenerse.

lunes, 1 de marzo de 2010

Doble despedida

El viernes se jubiló Alfrico, mi padre, después de más de 40 años de trabajo en Hacienda. Cumplía ese día 70 años y se le acabaron las prórrogas a las que encantado se fue reenganchando desde los 65. Como es lógico fue un día muy especial para él e incluso se atrevió -es tímido y supongo que le costaría un poco hacerlo- a dar un discurso para sus compañeros de oficina. Su alocución puede oírse pinchando el vídeo de arriba. La imagen fija es una reciente del homenajeado, quiero hacer un vídeo mejor con fotos del acto pero de momento esto es lo que hay. Sus palabras son las de una persona que no tiene demasiadas ganas de dejar el trabajo y que disfruta mucho de su oficina y de sus compañeros. Un doble lujo con los tiempos que corren: tener un buen empleo y encima pasarlo bien. Y por las frases que se oyen en la grabación, por los aplausos, y porque conozco a mi padre, sé que ese aprecio por sus colegas es un sentimiento mutuo.

Jubilarte, como casarte, encontrar tu primer trabajo o terminar tus estudios, marca un agudo punto de inflexión en tu vida. Pero que se jubile tu padre también te sacude un poquito porque es de esos acontecimientos que te recuerda de golpe la edad que tienes y te invita a hacer balance, de lo que has hecho y de lo que tienes por delante. Recuerdo el día que se jubiló mi abuelo materno, un 13 de marzo de 1982, el día que también cumplía 70 años. Llegó a casa, como todas las tardes, mi madre le puso una copita de Marie Brizard, como todas las tardes, y yo me bebí a escondidas las gotitas que quedaron al fondo, como todas las tardes -como ven, de niño tenía una preocupante propensión al alcoholismo. Luego seguía visitándonos casi todos los días, pero era distinto porque ya no venía de la escuela.

A mi abuelo no le costó nada dejar el trabajo porque tenía una curiosidad tan extraordinaria -la mejor cualidad que puede tener un ser humano- que no se aburrió nunca ni un minuto. Espero que mi padre, que no es tan inquieto intelectualmente pero sí más activo -la albañilería, los paseos por el campo o la historia son algunas de sus heterogéneas pasiones- sepa a partir de ahora aprovechar el tiempo tan bien como lo hizo su suegro. Desde aquel marzo de 1982 han pasado casi 28 años, muy poco más -27 años y nueve meses- de lo que me falta para jubilarme, si se mantiene la edad de retiro en los 65. Me gustaría que Alfrico viviera para verlo y no peco de optimismo excesivo: tendría 97 años largos, pero tanto su padre como su madre llegaron a los 98. Ya les diré algo en diciembre de 2037.

Hoy celebramos una doble despedida: la de mi padre de su vida laboral y la de este blog. Comencé Puesfijate a principios de 2007, para acompañar a mis añoradas alumnos de la 21 promoción, que como ejercicio de clase se abrieron un cuaderno de bitácora. Con una constancia de la que no me creía capaz apenas he dejado una semana de estos tres años sin escribir al menos un post. Han sido más de 320 articulitos sobre los temas más dispares: las matemáticas, la política, el cine o el fútbol, sin olvidar los a veces insufribles pero siempre voluntariosos minutos musicales. Me he divertido mucho haciéndolo y me he sentido muy acompañado con sus comentarios pero creo que ha llegado el momento de volcar en el trabajo mi energía creativa y de darle más duro al piano, mi otro gran desafío. No diré adiós, porque nunca se sabe, pero sí al menos hasta luego. Ha sido un placer.