Esta Semana Santa he vuelto a León. Me adoptan unos buenos amigos que tengo por allí (Alfredo y Ruth y sus cientos de amistades-satélites). Ellos me introdujeron en San Genarín, una procesión pagana que a menudo se confundo con una fiesta de borrachos, aunque es algo mucho más serio. Genaro Blanco era un pellejero, borrachín y jugador, que murió el Jueves Santo de 1929 atropellado por el camión de la basura. En su memoria, un grupo de leoneses comenzó a reunirse en dicha festividad para recordar su figura, recorriendo los lugares que frecuentaba el difunto y recitando poemas. La iniciativa fue prohibida en época de Franco cuando ya era una multitudinaria procesión. Pero con la llegada de la democracia y la publicación por Julio Llamazares de El entierro de Genarín, genial compilación de las aportaciones de los cuatro evangelistas que tuvo el santo pellejero, la celebración experimentó un impulso definitivo.
Hoy, 79 años después de su muerte, los seguidores de Genarín seguimos recordando a tan pintoresco personaje. Primero, durante una cena en la que no faltan los poemas, los tradicionales y los que cada año aportan los cofrades, como el que le he dedicado yo este año. Luego, con una procesión con pasos como las de verdad, gigantes -voy dentro de la muerte, un enorme muñeco con rostro de calavera que se ve al fondo de estas imágenes- charangas y cabezudos. Y por último, con una ofrenda en la muralla de la ciudad, el lugar donde murió Genaro, y a la que sube el hermano trepador para dejarle queso, orujo y una naranja, la comida favorita de nuestro héroe.
La procesión de Genarín no está concebida como un desafío a las tradicionales. Hay a quien le sienta mal que se celebre en plena Semana Santa este carnaval profano pero yo no le veo tanta contradicción. De hecho me parece mucho peor que gente que no pisa nunca una Iglesia y no tiene el menor respeto por la religión se ponga estos días el capirote y salga a la calle dándose golpes de pecho. Yo vivo y siento el Genarín como una bella y divertida tradición y me puedo emocionar también viendo una procesión religiosa. En este caso, como en otros, la supuesta burla o provocación está más en la mente de quien así las considera que en el ánimo de quienes la celebramos. Y me despido con el estribillo que repetimos cada Jueves Santo en recuerdo de aquel personaje:
"Y siguiendo sus costumbres, que nunca fueron un lujo, bebamos en su memoria, una copina de orujo".
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2 comentarios:
Dios! ¿Cómo he podido vivir toda una larga vida sin saber nada de esto? Berni, es usté un genio, amén de novio de la muerte, bravío y caballero español. Levanto mi orujo por usted; mi vida ya tiene sentido. Por alguna razón sé que algún día yo también moriré atropellado por el camión de la basura. Arriba, abajo, al centro y padentro.
Vaya vaya... así que estuviste por mi tierra y no me enteré... snif.
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