miércoles, 1 de junio de 2011

Maneras de morir

Debo la resurrección de este blog, que se hallaba en peligro de extinción, a las amables sugerencias de algunos amigos. Al comentar una de las noticias del día una compañera del trabajo me pidió que calculara la probabilidad de morir por un meteorito. No supe hacerlo, pero a cambio escribí este post. Ahora se los explico.

La OMS ha hecho hoy un anuncio que se presta tanto a la alarma como a la confusión. Por primera vez ha considerado "posible" que las radiaciones que emiten los teléfonos móviles sea un agente cancerígeno. Es "la peor decisión posible" como dice Emilio de Benito en EL PAÍS: no descartan el riesgo pero tampoco se atreven a desaconsejar el uso, ni siquiera calculan el tiempo de exposición a partir del cual puede existir riesgo. Nosotros decimos esto, y ustedes actúen como les parezca. Yo sé que la muerte y las enfermedades no son temas para tomarlos a broma pero tampoco pasa nada porque ironicemos un poco sobre ellas, sobre todo cuando el organismo que en teoría debe velar por nuestro bienestar nos lanza mensajes tan desconcertantes como el de esta tarde.

Los más aprensivos dirán que ahora a las radiaciones de móviles se las sitúa en la misma categoría que al plomo o al cloroformo (que suenan fatal) y los relativistas (encabezados por los fabricantes de móviles, según leo en el periódico) dirán que se igualan en peligrosidad al café o a los polvos de talco. Y todos tienen razón, porque la clave de la noticia, creo yo, está en la palabra "posible", un término que en realidad dice muy poco. Posible no es lo mismo que probable: es posible morir aplastado por un meteorito, pero es francamente improbable. Sin embargo, era una causa de muerte igualmente improbable para los dinosaurios y todos ellos se extinguieron por ese motivo. Tuvieron que pasar 65 millones de años para que se batiera ese récord de muerte improbable -pero posible- cuando el dramaturgo griego Esquilo falleció al caerle encima una tortuga que se desprendió de las garras de un águila. Si ponen "muerte absurda" en Google el hombre acaparará probablemente las diez primeras entradas.

Quizá la OMS nos aclare algún día cuál es el riesgo real de andar todo el día enganchado al móvil. De momento, si no nos da repelús el humor negro, les diré que hay una página estadounidense -creo que en España no existe nada parecido- donde se detalla exactamente la probabilidad de morir por muchísimas causas, algunas tan peregrinas como picadura de serpiente, rayo o mordedura de perro. En realidad, el cálculo, elaborado cada año por el Nacional Safety Council, está basado en el número de estadounidenses que murieron por esos motivos en un año determinado, que se extrapolado al conjunto de una vida, pero es divertido consultarlas ( ya les dije que para leer esta entrada había que ser sensible al humor negro).

Con datos de 2011 encuentro este gráfico, donde me entero de que un estadounidense tiene doble probabilidades de morir en un atraco a mano armada a lo largo de su vida (una de cada 306 personas) que atropellado por un vehículo (uno de cada 649) y que también es más probable morir alcanzado por un rayo (uno de cada 84.000) que por mordedura de perro (uno de cada 120.000). Más detallados son estos datos del mismo organismo, correspondientes a 2003, donde se calcula el riesgo de prácticas tan peligrosas como darse un remojón en la bañera (uno de cada 11.000 estadounidenses morirá ahogado en su cuarto de baño) o acercarse a una serpiente venenosa (uno de cada 1.800.000 morirá por sus picaduras, si extrapolamos los datos de fallecimiento de ese año). Naturalmente, el dato es un promedio: si me ato a un parrarayos, soy domador de cobras o frecuento una zona donde sobrevuelan águilas con tortugas en sus picos, compro bastantes boletos para engrosar la estadística de muertes extrañas.

Cuando leo noticias sobre riesgos, peligros y probabilidad me acuerdo siempre de una anécdota que leí hace muchísimos años, creo que en un libro muy recomendable, Sucesos de Isaac Asimov, recopilación de cientos de deliciosas anécdotas históricas y científicas. Yo recordaba algunos datos de la historia y Google completa (o distorsiona, vete a saber) los que me faltaban: Gustavo III, rey de Suecia estaba convencido de que elas bebidas excitantes eran venenos. Así que perdonó a dos condenados a muerte a cambio de que tomaran a diario uno café y el otro té. Y designó un médico para que los vigilara. El experimento resultó ser un fracaso: primero se murió el médico. Luego el Rey. Luego, con más de 80 años el bebedor de te. Y por último, el de café. La historia está por todos lados en internet y quizá por eso me suena poco rigurosa. Como -de momento y hasta que no den más datos- la advertencia de la OMS. Pero como soy hiponcondriaco hoy voy a dormir un poquito más lejos de mi móvil.

PS: La foto es de un servidor hablando por el móvil cuando en la casa de mis abuelos en Burgos sólo había cobertura en el almendro. Ni que decir tiene que en este caso era bastante más peligroso subirse al árbol que las posibles radiaciones del móvil.