
San Pablo, cuya festividad se celebró ayer y de cuyo nacimiento la Iglesia ha celebrado este año el bimilenario, es uno de los grandes personajes de la historia. La revista Muy Interesante, referencia cultural de mis 13 años, le situó el sexto entre las cien figuras más importantes de todos los tiempos en un póster estupendo y polémico, porque situaba a Jesucristo como medalla de bronce por detrás de Mahoma y Newton, elaborado según el criterio de un científico estadounidense. Propagador del cristianismo por medio Imperio Romano, Saulo -el nombre romano de Pablo, el más pequeño, es posterior- aporta además para mí las pruebas más clara de la existencia de Jesús, de quien no hay - y eso lo hablaremos otro día- casi ninguna evidencia directa. Saulo -él sí, claramente histórico- es contemporáneo de Cristo y todas sus palabras y hechos dan a entender que nadie en aquella época dudaba de que éste hubiera sido un personaje real. No perseguía en su juventud a los creyentes porque fueran unos farsantes que difundían una leyenda inventada; sino como propagadores de la doctrina de un tipo peligroso.
El episodio más conocido de la vida de San Pablo es su conversión a la religión de sus enemigos. Según aprendimos en el colegio, Saulo se dedicaba a hostigar a los cristianos hasta que un día, cuando se dirigía a Damasco, una luz lo cegó, se cayó del caballo y una voz le interpeló: "¿Por qué me persigues?". Saulo preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". Y la voz le respondió: "Yo soy Jesús a quien tú persigues". El perseguidor pasó a abrazar la fe de sus perseguidos y con el tiempo este episodio dio lugar a dos expresiones que significan cambiar radicalmente de idea: caerse del caballo y tomar el camino de Damasco. Sin embargo, ambas podrían ser inexactas, independientemente de que uno crea o no en el milagro de la conversión. En primer lugar, en ningún sitio de los Hechos de los Apóstoles se dice que San Pablo fuera a caballo, simplemente que se cayó al suelo. Los investigadores suponen que lo más probable es que estuviera haciendo el camino a pie. En segundo lugar muchos historiadores dudan de que se dirigiera a Damasco: el sumo sacerdote Jonathan, que lo enviaba, no tenía jurisdicción en esa ciudad. Probablemente se dedicaría a perseguir a los cristianos en ese camino hacia la capital siria, pero dentro de los límites de Judea.
¿Y todo esto a quién le interesa? A mí la verdad mucho. Si uno cree al menos a medias, el relato del milagro es emocionante. Y aunque uno no crea, la figura de San Pablo es extraordinaria desde un punto de vista histórico, y el relato bíblico buenísmo desde un punto de vista literario. El episodio del milagro ha dejado además honda huella en el arte y hasta en el lenguaje como vimos antes. Cientos de pintores y escultores han retratado a lo largo de los siglos la conversión del santo y conocer al personaje nos ayuda a disfrutar mucho más de sus obras. Me parece bien que en los colegios sólo se enseñe doctrina católica, musulmana o la que sea, a los alumnos que lo soliciten. Pero es imprescindible que haya una asignatura fuerte y obligatoria de historia de las religiones, y en especial, del cristianismo y del catolicismo. En primer lugar, corrección política al margen, porque han sido columna vertebral de nuestra cultura durante siglos y son responsables de que seamos como somos, nos guste o no. Y en segundo lugar porque pocas materias me parecen tan interesantes.