martes, 11 de noviembre de 2008

90 años de las trincheras

Hoy 11 de noviembre se cumple un aniversario feliz en la historia de la humanidad: 90 años del final de la Primera Guerra Mundial. Los habituales de Puesfijate ya conocen mi obsesión por la memoria, sobre todo por aquella que está a punto de perderse. En el último año he intentado -infructuosamente- entrevistar al puñado de supervivientes que queda de la Gran Guerra. Pronto me di cuenta de que era muy complicado. Hace cinco años hubiera sido mucho más sencillo. Había muchos más protagonistas de aquel conflicto y eran más jóvenes pero no eran periodísticamente tan interesantes: no es lo mismo hablar con uno de los diez soldados vivos que lucharon en Verdún que hacerlo con su último testigo. Ahora son ejemplares únicos, pero con más de 110 años que tienen algunos se vuelve francamente difícil acceder a ellos. Los entiendo. Yo a esa edad también querría descansar.

Primero contacté con Lazare Ponticelli, entonces uno de los dos poilus -literalmente peludos, el sobrenombre con que se conocían a los veteranos franceses de la I Guerra Mundial- vivos. Estuve a punto de ir a verle a su casa, al norte de París, pero había un pequeño problema: su hija, supongo que octogenaria, estaba muy enferma. Ponticelli era un tipo de vida novelesca: italiano de nacimiento y huérfano desde muy niño huyó a Francia, donde fue criado de los Curie. Logró la nacionalidad francesa al enrolarse en la legión extranjera. Pacifista convencido, murió y fue enterrado con grandes honores el pasado mes de marzo. Luego lo intenté con Henry Allingham, el hombre más viejo de Europa, con 112 años, que combatió en la batalla de Jutlandia. Pero nunca me contestó su contacto.

Más lejos llegué con Harry Patch (en la foto), que con 110 años es el único testigo vivo del frente de las trincheras. Su amigo Nick intentó arreglarme una entrevista con la única y curiosa condición de que no habláramos de la guerra. Me dio igual, pero por el camino su médico le recomendó que no hiciera más concesiones a la prensa. Su corazón empezaba a fatigarse. Nada que objetar a semejante excusa, me he contentado con pedirle una foto autografiada que espero me llegue un día de estos. Por el camino se quedaron Louis de Cazenave, penúltimo poilu, muerto en enero de este año; Erich Kästner, con igual nombre que un escritor de mi infancia, el último soldado alemán, fallecido también por aquellas fechas; o Delfino Borroni; el último veterano italiano, muerto hace ahora diez días.

Me rindo. No conoceré nunca a ninguno de estos personajes. Creo que es una lástima que con la muerte de estos soldados se extinga para siempre el recuerdo de uno de los momentos más terribles y decisivos de la historia de la humanidad. Pero reconozco que en mi afán por conocerlos tenía un punto mitómano. Nick me lo dijo muy amablemente: Harry no quería hablar de la guerra porque ya lo había hecho cientos de veces y había puesto por escrito todos sus recuerdos de aquellos años. Así que si genuinamente nos interesan estas historias en vez de empeñarnos en visitar a un anciano que sólo quiere que le dejen en paz podemos enfrascarnos en The Last Fighting Tommy, las memorias de Patch. Un libro que por cierto está a su vez en otro libro, la biblia de las estupideces, el Guiness de los récords: es la obra escrita por un autor de más edad, 107.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre te quedan los supervivientes de Verano azul o el último periodista en abandonar la redacción de Teleindiscreta.

Anónimo dijo...

Lo importante es que lo intentaste Ber. Y que fuiste tema de conversación entre Mr. Patch y su fiel escudero, Nick.
Quién sabe, igual te tiene presente en su testamento.

Anónimo dijo...

Yo haría una selección de los últimos actores clásicos: Kirk Douglas, Olivia de Havilland, Joan Fontain...
¿Alguien me sopla alguno más?

Anónimo dijo...

Sobreviví a dos guerras mundiales, al fascimo, al comunismo, y a un Papa polaco; llegué a ver a un hombre en la luna y a un negro en la Casa Blanca.

Pero con usted no puedo joven...

Suyo afectísimo:

Mr. Patch.