viernes, 18 de septiembre de 2009

Larsson, en el armario

En Puesfijate no podíamos ser ajenos al fenómeno Larsson, la trilogía póstuma del escritor sueco que se ha leído todo el mundo este verano. Yo me he leído sólo el primer volumen y tengo que decir que hacía tiempo que no me enganchaba tanto un libro. Viniendo en autobús de Burgos una noche me pusieron en el asiento de detrás del conductor, el único de todo el vehículo que no tiene lamparita propia para no deslumbrar al chófer. Así que me pasé el viaje leyendo las aventuras de Lisbeth Salander a la luz del teléfono móvil, que llegó naturalmente sin batería a Madrid.

Algunos se preguntarán ¿es para tanto?. Y yo contesto: sí. Larsson no es el mejor escritor de la historia, ni mucho menos pero desde luego entretiene muchísimo, y por eso pasará la moda pero pervivirá su literatura, como dice Mario Vargas Llosa en un artículo muy comentado y enviado por los lectores de ELPAÍS.com. La misma opinión tiene un amigo mío, que no podía esperar a que saliera la tercera parte en español, se lo compró en francés. Si la gente devora 2.000 páginas en un verano es porque les gusta lo que leen, no creo que sea una adoración impostada. Para eso queda uno mejor fingiendo que le gusta leer a Proust o a Joyce, autores muchísimo más sutiles, difíciles y por tanto minoritarios.

Muchos de los devotos de este escritor sueco se habrán quedado desconsolados al terminar la trilogía. Ya está, eso era todo. Ya nunca leeré nada más de Larsson, habrán pensado. A esperar la siguiente novedad editorial. ¿Novedad? Quizá harían bien en rebuscar en sus estanterías y darle una oportunidad a alguna novela clásica que lleve allí acumulando polvo varias décadas y que son tan novedosas, para quien no las haya leído, como el último best seller. ¿Quién se lo ha leído todo? Cada año salen a las librerías cuatro o cinco libros -o quizá uno o ninguno- que nos deslumbran. Pero seguro que tenemos en casa una decena de ellos o más que nos encantarían a los que no prestamos atención sencillamente porque no son actuales.

Yo este verano además de leer a Larsson he sacado del armario Grandes Esperanzas, de Charles Dickens. Pedazo de novela. Me pasó igual con Secuestrado de Robert Louis Stevenson o Zalacaín el aventurero, de Baroja. Háganme caso, seguro que tienen una decena de tesoros inéditos en casa. Y ya que hablamos de Dickens: yo pensaba que era un escritor triste. Pero no. Cuenta cosas tristísimas pero uno cierra sus libros más alegre de lo que los empezó. Porque el bien siempre vence. Y porque tiene un extraordinario sentido del humor, el arma que puede vencer cualquier desánimo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No he leído nada de Larson. Es decir no he leído su trilogía que según tengo entendido fue todo lo que escribió, pero alguien (Bea,creo) me contó la tristísima historia de su herencia: su compañera no hereda nada (para que luego digan que el matrimonio es un trámite!) y sus padres con los que ni siquiera se hablaba serán sus herederos universales. ¿Cabe mayor desgracia después de un éxito póstumo (que es otra desgracia)?

Anónimo dijo...

Un horror, por eso mi lema siempre fue: Lo que van a comerse los gusanos, que lo disfruten los cristianos.

Anónimo dijo...

También podrías escribir sobre la Guía Oculta de Madrid, eres un crac encontrando joyas literarias. Deberías trabajar de bookscout, ¡cuántos Larssons estarán por ahí criando polvo!