lunes, 2 de noviembre de 2009

Un poco menos Luthiers

Fui a ver ayer -gracias a la generosidad de mis tíos y en un asiento de primera- el último espectáculo que Les Luthiers han traído a España -que no su último espectáculo- Los Premios Mastropiero. Fue hace 25 años cuando mi tía Flor y mi querido compañero de colegio Jorge Galván me iniciaron en la adoración del original grupo de músico-humoristas y desde entonces he visto casi todos sus espectáculos -seis o siete veces en vivo-, he comprado dvds de muchas de sus actuaciones y he incorporado a mi acervo de frases recurrentes muchas de sus frases ocurrentes, como "estatua ecuestre, cuestre o lo que cuestre" o monólogos enteros como el antológico de El sendero de Warren Sánchez que empieza diciendo "yo era un desgraciado...". Digamos que soy un fan suyo como de muy pocas cosas en la vida -el Real Madrid, Chesterton, quizá Joaquín Sabina.

Por eso me da tanta pena decir que la función que fui a ver ayer me decepcionó un poquito. Tampoco mucho, eh, me reí bastante. Pero creo que no incorporaré ni uno sólo de sus episodios al catálogo de mis favoritos. De hecho los dos mejores momentos del espectáculo fueron repeticiones de espectáculos pasados: el disparatado diálogo sobre el merengue con la musa de la danza -Terpsícores- bailando por en medio y la propina, una cantata encargada a Mastropiero por el célebre ginecólogo y obstetra Schmerz von Utter. De resto la actuación me pareció medianita, de unos Luthiers no en horas bajas, porque afortunadamente nunca las han tenido, pero al menos poco inspirados. Chistes más fáciles que en otras ocasiones, golpes previsibles, sketches rematados sin su genialidad habitual...

Naturalmente, hay cosas que nunca fallan: su cuidadísima expresión corporal, pese a los años; la vis cómica de Rabinovich; su talento como músicos; su imaginación para fabricar instrumentos... Y sobre todo su versatilidad como intérpretes, ahora que sé lo que cuesta tocar un piano. Pasan en un instante de una armónica psicodélica al violín y al segundo siguiente fabrican una melodía bellísima acariciando copas de cristal. Todo eso está muy bien, sí, pero yo creo saber lo que se le puede exigir a Les Luthiers y la función que vi ayer estaba un poco lejos de su mejor momento. Flojeaba lo fundamental: el guión. Y por un momento temí que fuera consecuencia de la muerte, hace un par de años de su colaborador áureo, Roberto el Negro Fontanarrosa. Pero no, nada que ver. El show es de 2005 y sólo ahora ha llegado a España.

A la salida oí a varios espectadores que coincidían en mi diagnóstico. "Quizá es que los hemos visto tantas veces", decía uno... Me alivió escucharles. Cuando uno va a ver a Les Luthiers parece que antes de la función ya sabe lo que va a pensar después: "Qué derroche de humor inteligente -expresión pelín pretenciosa que aborrezco-, qué chistes más brillantes, qué guión más redondo". Y cuesta ser sincero y decir que por una vez no han estado tan geniales. Como costaba hace años decir que no te gustaba una película de Woody Allen, otra vaca sagrada del humor inteligente -argggg- aunque últimamente, entre algún bodrio que cuela y su propia modestia -"no se puede ser siempre genial"- se ha hecho menos vergonzante nadar a contracorriente cuando el Rey está desnudo.

Quizá me estoy pasando con la crítica porque el listón de mis expectativas estaba demasiado alto y si hubiera visto la misma actuación representada por otro grupo me habría parecido extraordinaria. De hecho les digo una cosa: aunque supiera que su siguiente función iba a ser como ésta, sólo moderadamente brillante, pagaría la entrada para verla. Porque a estos tipos les pasa como le sucedía a Martes y 13: que en su momento más discreto son superiores a toda la competencia junta. Pero, por favor, que vuelvan a su mejor versión. O que repitan hasta la saciedad sus grandes éxitos, que nos vamos a reír igual.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo sólo los he ido a ver una vez, y no defraudaron en nada mis expectativas, al contrario...Hombre, si los has ido a ver tantas veces, aunque sólo sea por cálculo de probabilidades, es normal que en una ocasión te hayan parecido algo peores.
Creo que a Woody Allen en los últimos tiempos le está pasando al revés, para desgracia de sus fans, entre los que me encuentro: perpetra tantos bodrios que cuando hace una peli buena (como la última), salimos del cine con una sensación de alivio.

Anónimo dijo...

Somos como los niños, preferimos un cuento brillante repetido mil veces a uno solo bueno que escuchamos por primera vez. A lo mejor es la repetición lo que los hace legendarios.

Anónimo dijo...

Yo no he podido ir a verlos por aquello de la región ultraperiférica pero dos muestras que disfruté, una en "Cara a cara" de Antonio Sanjosé (Canal Plus) y otra en "No es un día cualquiera" de RNE, me parecieron efectivamente bastante flojitas.

Unknown dijo...

Todo bien, primo, pero, en mi soberbia opinión Martes y 13 están sobrevaloradísimos.

Paca Carmona es de antología, de acuerdo. Lo de las empanadillas, soberbio. Pero de sus últimos tres shows de fin de año se puede rescatar bien poco.

En cuanto a sus películas... Intento erradicar de mi memoria el recuerdo de 'Aquí huele a muerto' o 'El robobo de la jojoya', pero mira, no puedo.

Además, cayeron más de una vez en chistes zafios, como el de 'mi marído me pega', que han envejecido fatal. Pienso en lo que le habrá pasado por la cabeza a una mujer maltratada al ver aquello cómodamente sentada en el sofá de la salita, junto a la malabestia con la que terminó casándose.

Ni maldita gracia. Propio de Arévalo.

AnimalUno dijo...

¿Y le darán un Premio Mastropiero a Obama?

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Andrés en lo de la sobrevaloración de Martes y 13.