lunes, 1 de febrero de 2010

Una fascinante manera de perder el tiempo

Me gusta aprovechar el tiempo. O mejor dicho, me encanta perder el tiempo, de hecho es lo que más me gusta, pero luego me siento culpable. Y en las últimas semanas he encontrado una nueva y fascinante manera de hacerlo.

Les cuento. Tengo un grupo de amigos capitaneados por el inefable Manolo Torres -fuimos juntos a la guardería y luego al mismo instituto- absolutamente demenciados con el fútbol. Nos encanta verlo, a mí al menos me gusta también jugarlo, y sobre todo nos fascina recordarlo. Recordar partidos, jugadores, anecdótas de hace 10, 20 o 30 años. O más porque el otro día haciendo memoria llegué a la terrible conclusión de que tengo recuerdos futbolísticos desde hace 32 años, dos meses y un día. Ése día, el 30 de noviembre de 1977, España se clasificó para el Mundial de Argentina con un gol de Rubén Cano ante Yugoslavia y a Juanito le abrieron la cabeza de un botellazo. Y yo me acuerdo.

A ver si no me disperso. Pues resulta que ese grupo de amiguetes nos hemos organizado en Facebook -otra manera deliciosa de perder el tiempo, aunque más genérica- para plantearnos acertijos relacionados con la historia del fútbol. Uno pone el problema y el resto debe resolverlo, en solitario o apoyándose en los cabos que van atando los demás. Algunas preguntas se han respondido gracias a la prodigiosa memoria deportiva de alguno de mis compañeros de desafío pero para resolver la mayoría hay que recurrir a la gigantesca hemeroteca de internet. Reflexionar, investigar, atar cabos, visitar una página y otra, comprobarlo todo... una labor periodística o incluso detectivesca.

Ejemplo de acertijo: hay un jugador que ha sido internacional con España y que ha jugado en el Tenerife famoso por sus goles decisivos. De hecho ha marcado cuatro goles en cuatro partidos cruciales con cuatro equipos diferentes. ¿Quién es el jugador? ¿Qué goles, qué equipos y qué partidos son esos? Como pueden ustedes comprender es casi imposible que alguien, salvo el propio protagonista del problema, supiera responder a eso de cabeza, así que ahí empieza una labor de investigación que hace años habría sido impensable sin internet. En ocasiones tardamos días en sacar la solución, apoyándonos unos en lo que van averiguando los otros. Pero encontrarla produce la alegría que debe experimentar un egiptólogo al descubrir una momia.

La afición se convirtió en un vicio. Yo llegaba a casa por la noche y en vez de hacerme la cena me ponía a indagar sobre partidos de fútbol de los años 70 en la hemeroteca de ABC. Me sonaba el móvil en el trabajo y Manolo para que contestara si la respuesta que había dado era la correcta: no podía esperar ni unas horas. Así que comenté en nuestro foro que me quería borrar durante un tiempo del juego: me reventaba perder tantas horas con un pasatiempo tan delicioso. Para mi sorpresa, todos aprobaron mi moción y acordamos una tregua. Unos tenían exámenes. Otros, mujer e hijos que atender. Yo un piano que tocar. Y estábamos convirtiendo estos desafíos en una forma de vida alternativa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pelín maníaco lo vuestro, majos. Como diría una persona sensata: "Ay, si todos esos esfuerzos los dedicaran a algo provechoso....". No sería tan apasionante, claro.

Anónimo dijo...

Bueno, se puede ser adicto a cosas peores. El único tiempo que se pierde es el que uno emplea aburriéndose.