sábado, 11 de agosto de 2007

¡Que buena estás 0,7!

Esta historieta curiosa la llevo contando años pero: a) veo que mucha gente no la conoce y b) a casi todos le interesa. De hecho la mayoría de mujeres corre a medirse o a por la calculadora cuando la escucha. Pero no adelantemos acontecimientos. Los que ya me la hayan oído están eximidos de seguir leyendo, sin cargo de conciencia, porque me apresto a repetirla.

Siempre me he preguntado si la belleza es un concepto puramente subjetivo, si es algo cultural o si hay criterios para definirla con validez universal. Lo cierto es que hay chicas gorditas, o muy delgadas, o muy pequeñas mucho más atractivas físicamente que otras más ajustadas a los cánones de belleza al uso. ¿Por qué? Según estudios científicos serios, un factor muy importante -no el único- está en la proporción que guardan la cintura y las caderas -WHR, waist to hip ratio, en inglés-. Cuanto más se aproxime a 0,7 el resultado de dividir el perímetro de la primera entre la medida de las segundas, más deseable será la chica en cuestión.

Según esos estudios -que otros relativizan- la magia de ese número es universal y eterna. ¿Por qué? Porque supuestamente esa proporción indica en la mujer un físico saludable y, lo que es importante para la perpetuación de la especie, propensión a la fertilidad. Mujeres tan distintas como Marilyn Monroe o Audrey Hepburn, y también la milenaria Venus de Milo, se ajustaban a ese canon. Según este criterio, muy por encima o muy por debajo de dicha proporción (la imposible muñeca Barbie tiene 0,54) la hembra pierde atractivo frente al macho, cuyo WHR ideal, por cierto, es 0,9.

Esta chorradilla con cierto respaldo científico asegura éxito social si se cuenta en una reunión distendida, si hay una cinta métrica cerca y gente con sentido del humor. Pero el ser humano es tan complejo que supongo que su validez será limitada. ¿Deseas determinadas proporciones, la gracia que tiene, su inteligencia, su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos, que diría Neruda? Más bien un poco de todo y todo mezclado con una fórmula desconocida. Pero hagamos la prueba. La próxima vez que nos atraiga una mujer sin causa aparente para ello, preguntémosle delicadamente por sus medidas. Y si nos no manda a tomar viento y el resultado se acerca a 0,7 concedamos que tal vez la tesis tenga fundamento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te estás liando, amigo. ¿No sabías que en realidad todo depende de la mecánica cuántica? Al menos eso es lo que pienso yo cuando una mujer me atrae sin causa aparente.

Creo que no es cuestión de hacer espeleología en torno a zonas concretas como las caderas; de otro modo nos perderíamos un montón de rostros maravillosos. Una encuesta realizada a hombres de la más heterogénea condición reveló que lo que menos nos gusta, precisamente, es el ideal anoréxico de las pasarelas (el empeño femenino por parecerse a esas muertas de hambre da pie a pensar que prefieren competir entre ellas a atraernos a nosotros, pero esa es otra cuestión). En realidad, decía la encuesta, lo que importa es la proporción total (no la de cintura y caderas), sea la mujer gorda, flaca o atlética. Una mujer tamaño trailer puede atraer desde el principio si todo su cuerpo es tamaño trailer, amén de que, un segundo después, parámetros subjetivos como la elegancia coadyuven a eliminar las convenciones inmediatas sobre la belleza, que como todo el mundo sabe resulta del equilibrio entre armonía y contraste. La prueba, siempre lo he dicho, está en las playas nudistas: desnudos, si hay proporción, todos somos hermosos. Y por una vez, la palabra no es un tópico sino el justo término (para entendernos, lo que no me gusta a mí, por ejemplo, es una chica barrigona y con piernas flacas). Viva el hombre vitrubiano (y su mujer)!

Y por cierto, ahí van unas cuantas mujeres que me atraen sin saber muy bien por qué: Martina Hingis, Kari Sylwan, Paz Padilla, Belén Allende, Adela Gil. Sé que Benni coincide conmigo al menos en una de las enumeradas desde hace veinte años como poco. Qué le vamos a hacer. Y pensar que nunca será nuestra...

Puesfijate dijo...

Tiene razón, amigo Jebi. Y cómo une eso de descubrir que un amigo adora a una misma diosa sexual...