lunes, 12 de octubre de 2009

Obama, devuelve temporalmente el Nobel

Es muy difícil ser original pero antes, al menos, no enterabas de cuando no lo eras. Ahora con internet siempre encontrarás a alguien que haya dicho lo mismo que tú un rato antes. Y más cuando, por pura vagancia, a uno le da por escribir de cosas que pasaron hace casi tres días, o sea, siglos para los tiempos de la red. Están advertidos: es posible que lo que sigue lo hayan leído ya en otro sitio. Pero a mí también se me ocurrió.

Cuando me enteré de que le habían dado a Obama el premio Nobel de la Paz me quedé estupefacto. Pensé que era una magada -expresión canaria que podría traducirse más o menos por paletada- de la Academia noruega, que querría subirse así a la moda de la Obamanía, una moda seguramente justificada pero que como todo en exceso produce ya algo de vergüenza ajena. Pero no seamos prejuiciosos y analicemos los méritos del presidente de EE UU para ganar el premio. Un galardón que según el propio Nobel debía concederse "a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos y la celebración y promoción de procesos de paz".

La verdad es que el hombre parece buena persona, ha cambiado radicalmente el discurso antipático de Bush por otro mucho más ilusionante, cree o dice creer en un mundo multipolar etc. Pero de momento no se puede decir que haya hecho gran cosa de lo exigido por el instaurador de los premios. Pero lo peor no es lo que no ha hecho, sino lo que puede hacer. Es el comandante en jefe del mayor Ejército del mundo y tiene en su mano capacidad para hacer muchísimo daño, para declarar guerras, para invadir países y hasta para tirarle a alguno la bomba atómica. Es verdad que de momento el muchacho promete pero otros que le precedieron en el cargo también parecían corderos y pasaron a la historia como lobos terribles.

Un Nobel, pues preventivo -estoy muy orgulloso de esta expresión, que se me ha ocurrido a mí solito, aunque otros ya veo que a otros también. Un premio por si acaso. Más que por méritos adquiridos, en previsión, o con el deseo de que los adquiera. Algunos ven también en la concesión del premio una presión añadida al presidente de EE UU, para que se porte bien. Como si un tipo que tiene poder para tirar una bomba atómica se lo fuera a pensar para no defraudar a los que le dieron un diploma de buena conducta.

Cuando Obama se enteró de la noticia dijo que estaba contentísimo pero que había sido una gran sorpresa -y creo que es la primera vez que alguien dice eso sinceramente cuando le dan un premio. Y él mismo no se lo creía porque sabía que aún no había reunido méritos suficientes para obtenerlo. ¿Cómo conciliar estas emociones contradictorias? Para mí la solución habría sido rechazar el premio, pero sólo temporalmente. Si yo hubiera sido el presidente de EE UU habría dicho: "Señores de la Academia noruega, me halaga mucho este galardón pero no me lo merezco. Al menos aún no, porque mi presidencia acaba de comenzar. Así que hacemos una cosa, congelamos el Nobel hasta que salga de la Casa Blanca. Y si ustedes creen entonces que aún lo merezco, lo aceptaré de buen grado". Eso hubiera sido lo más justo y lo más sincero. Y además habría quedado como un señor.

Hay precedentes. Al menos dos personas rechazaron el Nobel. Le Duc Tho, el hombre que negoció el fin de la Guerra de Vietnam con Kissinger, también premiado. Y Jean Paul Sartre. El primero dijo que su país no había alcanzado aún la paz total y el segundo alegó que había gente con más mérito que él y que además recibirlo le podía encorsetar como escritor y que tendría someter a determinados formalismos por los que no estaba dispuesto a pasar. Obama, con otros argumentos, tendría que haberlos imitado -temporalmente- y entonces sí, su popularidad mundial habría batido récords.

PS: ¿No les divierte ver cómo muchos babean con la amabilidad, la capacidad para el diálogo y la empatía de Obama y luego en sus vidas o en sus trabajos son unos tiburones entregados a morder a sus semejantes con tal de salirse con la suya? ¿Son tan distintas la macropolítica y la micropolítica de nuestras vidas cotidianas, nuestro pequeño ámbito de influencia?. Otro día hablamos del tema.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

También lo rechazó George Bernard Shaw. Muy bien argumentado.

Anónimo dijo...

Mucho mejor que lo hubiera devuelto Kissinger y ya puestos Arafat.

Anónimo dijo...

Sí, la sorpresa de Obama es real y no como la de los que se momentáneamente mudis cuando ganan un Óscar y luego sacan el papelito que llevaban encima desde la primera vez que los nominaron.