sábado, 14 de julio de 2007

Un desfile sin 'poilus'

Página de Le Monde, que en 2005
publicó un reportaje sobre los últimos
poilus. Fotos de Pierre Jean Santini
He visto las imágenes del desfile del 14 de julio en París y he echado de menos a los poilus. Poilus, literalmente "peludos", llaman en Francia a los veteranos de la Primera Guerra Mundial. Antes participaba siempre alguno en las grandes celebraciones: el aniversario de la toma de la Bastilla o el 11 de noviembre, Día del Armisticio de la Gran Guerra. Luego dejaron de desfilar pero siempre había un familiar compasivo que empujara hasta los Campos Elíseos sus sillas de ruedas. El 11 de noviembre de 2006 vi todavía a uno: a sus 107 años René Riffaud participó junto a Chirac en un acto en el Arco de Triunfo. Riffaud murió en enero. Y hoy no he visto a ninguno.

Me lanzó a Internet. ¿Habrá muerto el último poilu y yo no me he enterado? La Wikipedia (en francés), de la que en cosas como esta me fío, me tranquiliza. Aún quedan al menos dos veteranos franceses -y otros dos alemanes por lo que veo- de la Primera Guerra Mundial. Las vidas de los dos franceses supervivientes son sendas novelas. Louis de Cazenave, que tiene 109 años y vive en Brioude (Auvergne) se convirtió en pacifista convencido tras la contienda (no me extraña) y se niega a ser enterrado en el Panteón de París, honor propuesto por Chirac para el último superviviente de la guerra. Lazare Ponticelli, también de 109, italiano de nacimiento, huérfano, llegó a los nueve años en tren a París sin saber leer, ni escribir, ni hablar francés. Fue recadero de los Curie, se alistó en la legión extranjera y durante la II Guerra Mundial participó en la Resistencia.

Tuve la suerte de conocer a mis cuatro abuelos más allá de sus 90 años y dediqué bastante tiempo a escuchar todo lo que me contaban. Cuando mueren personas tan mayores se va con ellas un tesoro de recuerdos y es nuestra obligación absorber lo que podamos de ese caudal de memoria antes de que se pierda por el sumidero del olvido. Durante cuatro años millones de hombres lucharon en las trincheras del Marne, de Verdún, del Somme. Pienso ahora en Lazare y en Louis. Cuando desaparezcan se borrarán de la tierra todos los recuerdos de esos acontecimientos dramáticos y extraordinarios de la historia. ¿Tendrán ahora mismo a alguien a su lado reteniendo cada una de sus palabras, aunque sean balbuceos seniles de ancianos?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también tuve la suerte de conocer a mis cuatro a abuelos. Además todos murieron después de los 90 en similares circunstancias a los tuyos (la única diferencia es que yo tenía tres años menos cuando los perdí).
Una alumna mía, suiza, si mal no recuerdo, me dijo una vez que ella no conocía a su abuela. Intrigada le pregunté si vivía lejos. No, vivía en una ciudad cercana. Tampoco había existido ninguna terrible pelea familiar, sencillamente no se conocían. "No habréis coincidido" le dije yo con una media sonrisa, tratando de quitar hierro al asunto y ella asintió indiferente sin captar la ironía del comentario.
Sentí pena por la abuela, pero más por la chica. Poder disfrutar de tus mayores hasta bien entrada la edad adulta es un privilegio de la vida moderna. Desperdiciarlo es de tontos.
Y como este post-it me ha quedado más cursi que un artículo de Rosa Montero: ¡Tres hurras por los veteranos, que cumplan muchos más, que lo vea Fofito y que Cachuli lo disfrute en libertad!

Anónimo dijo...

No te preocupes, Berni. El olvido del legado de estos hombres acarreará al poco la creación de nuevos veteranos de guerra, que seguirán contando sus recuerdos a sus nietos hasta que sus "gestas" también se olviden y pueda empezar otra guerra más sangrienta que la anterior. Y así sustantivamente.